LQSomos. Zerimar Ilosit. Mayo de 2011.
La simbología religiosa, como se viene denunciando, no deberían ser exhibidas en espacios públicos. Concretamente nos estamos aquí refiriéndonos a España y Brasil, aunque en este último país no se ha notado la campaña que hay en Europa. En estos dos, por conocerlos tenemos motivos de causas hacer los debidos comentarios, aunque como sabemos tanto en el europeo como el suramericano, no es fácil ni posible que a corto plazo hacer que entren en razones su anulación y hasta que eso sea una realidad, tenemos que ir insistiendo.
En los dos países consta, en teoría y constitucionalmente la separación entre el estado y las religiones. Toda la sociedad, a comenzar por sus respectivos representantes elegidos por el pueblo, de que hay incompatibilidades entre las propiedades públicas y las preferencias particulares en cuestión de fe.
La cruz y sus infinidades de imágenes de todo tipo, la estrella de David, la media luna, etc., representan ideas, historias, creencias, conceptos. Los símbolos religiosos siempre tienen unas intenciones determinadas, ninguna religión es inocua. Ellas expresan algo que solamente algunas personas, o millones, consideran su valor.
No hay religión universal que represente a toda la humanidad, eso que dicen, predican, insisten, en el caso de occidente, es una total mentira. Tanto en España como Brasil se entiende el significado y la fuerza de los símbolos y por eso las leyes castigan el uso propagandístico de simbologías, como por ejemplo nazistas, ellas representan acciones contrarias a la convivencia entre personas ya que existen hechos de tragedias mundiales provocadas a millones de inocentes. Aún hay más, en ambos países existe una confusión permanente entre lo que es el espacio público y privado en la constante exhibición de símbolos religiosos en ambientes como asambleas legislativas, cámaras municipales y otros espacios destinados al uso ciudadano.
Un organismo público es una entidad que ejerce función de carácter social, político, administrativo, en nombre de un Estado. Pero lo agravante es que estos son sustentados con los impuestos de todos los ciudadanos, sean creyentes de unas confecciones minoritarias, ateos, etc., por lo que deberían estar disponibles para prestar servicios a todos sin excepción.
Las religiones son unos sistemas particulares escogidos libremente por un grupo de ciudadanos, o por lo menos eso es lo que quieren representar, después, por experiencia no es así. El estado es un sistema universal y obligatorio para todos los ciudadanos que viven dentro de un determinado territorio, aún es esencial en los modernos estados de derechos, o por lo menos es lo que dicen. Los espacios públicos pertenecen a todos y deben ser usados dentro de las reglas de convivencia y respeto que valen para esa comunidad.
Así pues, los símbolos religiosos son particulares y exclusivos de un grupo y deben ocupar espacios privados de su propiedad, congregación, sala de reuniones o iglesias. Las exhibiciones, de símbolos religiosos, más si son ostentosas, en locales gubernamentales actúan contra el derecho de los individuos. El exhibirlos en asambleas legislativas, tribunales y lugares semejantes, es una provocación al principio constitucional de cada país, por lo que se requiere la separación del Estado de todas religiones. Inclusive de la que se considera mayoritaria, no se puede autorizar la imposición de ningún símbolo. El hacerlo es des respetar una parte de los restantes ciudadanos. El error está en las autoridades políticas al igual que en los representantes de aquellas otras religiones que también invaden los espacios públicos no ateniéndose a ninguna constitución ni ley.
Hoy día, por las circunstancias de los desplazamientos de personas, estas pueden ser también cristianas, musulmanas, judías, libres pensadoras, etc., transformándolos a todos en iguales religiosamente hablando, eso no es democracia. La verdadera democracia no es la imposición de la mayoría sobre la minoría y sí el respeto por todas ellas.
Aquí y desde siempre, los candidatos a cargos públicos se han valido y aún continúan de una determinada religión para así llegar a sus fines, ser elegidos para el cargo de cualquier manera. Hacer eso es des respetar los derechos de los demás ciudadanos, pues una vez elegidos, ellos imponen representaciones religiosas específicas a su favor, y eso, como se ha visto y continúa viéndose, hasta obligatoriamente con intimidaciones, procesiones, etc. Citamos lo ocurrido estos días sobre la polémica en torno a la cuestión sexual sobre el colectivo gay en Brasil donde hemos acaparado este título como injerencia, una vez más, de la religión en la política: “Los 74 diputados evangélicos amenazaban con paralizar las votaciones del Parlamento en represalia de la campaña”.
El uso de imágenes y otros símbolos religiosos en espacios públicos es ofensivo para muchos ciudadanos de otras confesiones, y también para aquellos que defienden posiciones no religiosas o anti clericales. El país es de todos los ciudadanos que ahí habiten, no importa su fe, no importa si está a favor o en contra de ella. Al ser retirados los símbolos religiosos de los espacios públicos contribuirá a que haya más convivencia. Demostrará respeto y tolerancia hacia los derechos de las minorías y de los indiferentes. En definitivas, respeto por todos, los que creen en las diferentes religiones como los que no creen en ningunas.
Esperemos que el actual fanatismo que recorre el mundo y por lo que sabemos en estos dos mencionados países llegue el día que entiendan esto que exponemos, cosa que otros escritores y comentaristas ya vienen denunciando cada vez que lo creen oportuno. Pero lo más apremiante, por supuesto, es que si lo aquí comentado fuera hecho se acabarían muchas guerras y odios, las mismas que ya duran demasiados milenios.
“El primer pecado de la humanidad fue la fe; la primara virtud la duda”. Carl Sagan.