16 ago 2011

El problema de los tres candidatos

LQSomos. Nicola Lococo. Agosto de 2011.

Con ETA de vacaciones, los españoles han aprendido a responder encuestas de modo distinto a como le gustaría al Tontodiario, de modo que, a la pregunta de ¿qué es lo más preocupante para Usted? el terrorismo, ha cedido su puesto de honor al desempleo, las tasas abusivas de los bancos, la corrupción empresarial o la clase política en su conjunto.
Pero el “Problema de los tres candidatos” no remite precisamente a este escandaloso fenómeno apuntado de que el político sea un problema para buena parte de la ciudadanía, sino que hace alusión al denominado en Matemáticas “Problema de las tres puertas” cuya solución viene excelentemente bien expuesta en un librito muy recomendable de Albrecht Beutelspacher titulado “Matemáticas: 101 preguntas fundamentales” entre otras curiosidades igualmente satisfechas por el autor como, ¿por qué menos por menos son más? o más difícil todavía ¿por qué dos más dos hacen cuatro?

A lo que vamos: supongamos que estamos en el “Un, dos, tres” La presentadora nos sitúa frente a tres puertas (A B y C) para que abramos una advirtiéndonos que tras una de ellas hay un coche, pero dos están vacías. Cuando ya hemos elegido, pongamos por caso la “A”, la presentadora nos muestra la “C” vacía, ofreciéndonos la posibilidad de cambiar. En principio, parece indistinto  sustituir A por B, porque es como escoger al 50%, ¡Pero no es cierto! En la primera elección, sólo contábamos con un tercio de posibilidades de hacernos con el coche y dos tercios de irnos con las manos vacías; Luego la puerta que escogimos A, tiene peor pinta matemática que B, ahora que sabemos que C estaba vacía, por lo que por paradójico que resulte, conviene aceptar el ofrecimiento de cambiar de puerta para obtener un resultado positivo.

Hacía tiempo que conocía la sorprendente resolución práctica de esta cuestión, pero únicamente releyéndola estos días de precampaña, se me ha antojado, si acaso no podríamos trasladar su enseñanza a las elecciones del 20-N por aquello de introducir un poco de racionalidad en la política. Pero…¡tenemos un problema! En España, sucede que sólo dos candidatos Rajoy y Rubéola tienen opciones serias para ser Presidentes de Gobierno; En consecuencia, o desistimos en nuestro propósito o introducimos un candidato ficticio, por ejemplo, el gobernante modélico con el que fantasean los Indignados del 15-M al que llamaremos arbitrariamente “El Bien”. Mas, ¡mucho ojo! con no confundir “El problema de los tres candidatos” con el planteado por Aristóteles del “Tercer Hombre” porque entonces, la campaña electoral no terminaría nunca.

Con el requisito anterior satisfecho, la junta electoral, ocultaría la identidad de los tres candidatos tras las letras (A,B y C) cuya clave, sólo sería despejada al final de la jornada. Los electores, sin saber quién está detrás de cada letra, marcarían su correspondiente casilla con no menos racionalidad que ahora. Supongamos que al cierre de los colegios, el Ministerio del Interior comunica que la opción mayoritaria ha sido la “A” que todavía no sabemos quien es. Entonces, la Junta Electoral, desvela que la identidad de “C” es RbCb. Buf…¡Menos mal! Todavía hay posibilidades de que hayamos elegido “El Bien”. Pero las matemáticas insisten que para tener el doble de posibilidades de escoger “El Bien”, hemos de cambiar “A” por “B”, porque hay el doble de posibilidades de que Rajoy se encuentre detrás de la “A”, cosa que no queremos.

 Lástima que debamos ser realistas. A nosotros nadie nos va a ofrecer “El Bien” como tercera opción, debiéndonos conformar con optar libre y democráticamente entre Robacuda y Rajoy, una forma como otra cualquiera de enfrentarnos al dilema del “Mal menor” como los condenados a Muerte en EEUU tienen el privilegio de solventar el modo en cómo desean ser ejecutados entre la Silla eléctrica o la Inyección letal, porque como a ellos el no elegir no nos salva, aunque la razón no nos asista para dirimir cuál de los dos candidatos es el peor para descartarlo o el menos malo para elegirlo como Presidente, que de inanición, recuerdo, acabó sucumbiendo el “Asno de Buridán”.