LQSomos. Ángel Escarpa Sanz. Junio de 2011.
Ahora ya sólo nos queda por ver lo que tardarán en sacar de nuevo a la calle a sus policías con sus perros, a su ejército.
Ya les empiezan a llamar violentos. Pero, ¿quién los puso allí?
Llegaron a las plazas de sus ciudades “armados” de sus sacos de dormir, sus rotuladores, sus cartulinas, sus garrafas de agua, sus folios, sus ordenadores portátiles y sus móviles para comunicarse con los “colegas”, sus plásticos, con los que guarecerse de la lluvia y del sol; con sus frustraciones, sus consignas; con todo su cargamento de sueños irrealizados y sus dosis de imaginación. Ahora, cuando increpan a los “consellers”, cuando impiden el paso de los que toman el relevo en eso de engañarnos, prometernos cosas de las que tal vez nadie se acuerde traspasado mañana (¿en qué quedó aquello de los Objetivos del Milenio), cuando están ya hartos de ser tratados como delincuentes por la policía, como gentes “sin papeles”, como indeseables; cuando ya se hartaron de ser un reclamo más entre anuncio y anuncio en TV para los patrocinadores de detergentes y marcas de productos alimenticios, empiezan a ser incómodos para los que, ayer, sin ir más lejos, simpatizaban con ellos, les eran útiles en sus largas parrafadas televisivas.
De llamarles violentos a tacharles de terroristas sólo hay un paso. Pero, a todo esto, no ha habido ni una sola dimisión, no se ha producido ni un solo encarcelamiento de aquellos que los han arrastrado hasta aquí: a la protesta, al pie de los centuriones del nuevo orden mundial; los que se dan de cornadas en las campañas electorales por hacerse un sitio en ese negocio de la política, en los parlamentos y tantos y tantos lugares de privilegio. En un mes de protestas y acampadas, no se ha tomado ni una sola medida para paliar el descontento ciudadano, no se ha entablado un diálogo con los “indignados”, que son muchos más que los que en esas calles y plazas manifiestan su “cabreo”.
Si por algo se caracteriza esta democracia que no lo es, es por haber reproducido y multiplicado los privilegios, que eran patrimonio de aquellos que ganaron la guerra de nuestros padres. Esta casta de políticos sin escrúpulos se han “beneficiado” a la democracia, con la que tanto soñamos en el pasado. Primero: todo esto carece de la credibilidad y del respeto que una democracia auténtica debiera gozar. Dejaron que, durante 36 años, un país que se había dotado de un régimen constitucional, fuera gobernado por un sangriento general, salido de una guerra civil, que prolongó su dictadura hasta más allá del fin de sus días, evitando que éste compareciera en Nuremberg por crímenes contra la Humanidad.
A la muerte de éste pusieron en su lugar a un individuo, un rey, nieto de otro rey que había alimentado aquella guerra contra el pueblo con 10 millones de dólares (para que luego digan que dejó España para no precipitarla en una guerra civil); hijo de un individuo que se había ofrecido al general golpista para combatir en el ejército fascista. Con la monarquía no se normalizó el País, no se democratizó España: Nos clavaron una constitución por la vía del miedo a otro posible golpe de Estado, lo mismo que hicieron en el ’86 con el famoso referéndum de la OTAN; abandonamos a su suerte al pueblo saharaui, destruyeron una parte muy importante del tejido productivo de la Nación, privatizaron las empresas públicas a troche y moche, se acabará esta legislatura y no se habrán resuelto los temas pendientes de la tímida Ley de la Memoria Histórica... Desde la muerte del Dictador, aquí lo que se ha producido es un auténtico pasteleo entre las distintas formaciones políticas que se hicieron con el mando a distancia del “invento”, con el visto bueno de la banca, EEUU y la Iglesia, de las cuales los políticos son el instrumento para tener al pueblo sometido y entretenido.
Con lo que han afanado unos y otros (Playa de las Teresitas, Caso Roldán, Caso Gürtel, el Palau de Barcelona, la aventura de ir a Irak a buscar unas armas de destrucción masiva que nunca aparecieron, por no ir al menudeo), resultaría difícil afirmar qué partido se ha destacado más en eso de expoliar el patrimonio nacional.
¿Quiénes son los violentos, los que le ensucian el uniforme a un policía en una protesta, estorban el paso de aquellos que les van a seguir defraudando en la siguiente legislatura, los que arrojan piedras…, o los que defraudan a sueldo de la ciudadanía, los que han hecho rodar las cifras del paro hasta los 5 millones, los que se llevan un millón de pesetas mensuales (mas dietas, mas…) por dictar leyes que hace que nos sintamos cada vez más pobres? No deja de ser paradójico en todo esto que tenga que venir de un viejo comunista el gesto de renunciar a su sueldo de exparlamentario. ¡¡Chapeau, camarada Anguita!!
Será interesante conocer lo que dirán los analistas e historiadores a propósito de este momento, dentro de 50, 100 años (eso si no han agotado ya el Planeta estas termitas). ¿Salvarán a los pueblos que se echaron a las calles de las ciudades para denunciar a los responsables de la actual situación? ¿Salvarán a aquellos que nos precipitaron en este abismo, del cual aún no se vislumbra el fondo si no que anuncia una segunda crisis?
En cualquiera de ambos casos, lo que sí podemos afirmar desde aquí ya es que, ni la Corona ni los herederos del “chiringuito” de Pablo Iglesias van a salir muy bien parados, y estos son los dos partidos que más años llevan a cargo del “negocio”.
Si alguien puede aún salvarse del juicio de la Historia, será aquel que haya estado participando en las asambleas, el que buscaba recursos para las acampadas, el que los facilitó, el que iba a la papelería para encargar un tocho de fotocopias, el que pernoctó con los acampados, como uno más; el que tomó la escoba para mantener aseada la plaza, quién moderó en los debates, el que los enriqueció con su reflexión, el que no se calló, el que calló a tiempo, temiendo decir una barbaridad, el que aportó sus libros para hacer menos tediosa la espera, los que pusieron las perras para que los compañeros viajaran a Madrid…
Si algo queda claro desde ya, es que no se salvará ni el Gobierno saliente ni el entrante, tampoco los que les apalearon; los Felipe González, los Aznar, los distintos Gobiernos que les han puesto ahí, al pie de los caballos de los mercados; los que les han reducido al triste papel de mercancía, carne de cañón de las ETT, de los empresarios sin escrúpulos, de los bancos, de las transnacionales, los sindicatos que contemporizaron, desde los Pactos de la Moncloa, los que les niegan el pan, el agua y la sal a diario.
Si algo debe cubrir de bochorno a los partidos de la izquierda española, es que hayan tenido que ser estas gentes de las plazas de España las que han movilizado las conciencias. Es como si, de pronto, todos los personajes, todos los lectores de El ensayo sobre la ceguera, de Saramago, se hubieran puesto de acuerdo y se hubieran echado a la calle. Y esto no hay quién lo pare.