13 jun 2011

Toro de la Vega, Tordesillas 2011

LQSomos. Julio Ortega Fraile. Junio de 2011.

En la película “Tiempo de matar”, un abogado trata de convencer al jurado en su alegato final de que su defendido actúo como cualquier padre haría al disparar contra los que le infligieron un daño atroz a su hija. Para ello propone a los doce miembros – mayoritariamente blancos, en la Norteamérica de los años 50 y que ya habían decidido declarar culpable al acusado, un hombre negro – que cierren los ojos e imaginen la escena: dos individuos se encuentran con la niña, la tiran, le arrancan la ropa, le orinan encima, se suben a ella y la violan, le lanzan latas llenas de cerveza, le cuelgan con una soga de una rama, ésta se rompe y su cuerpo cae al suelo, le disparan en la espalda y, finalmente, le arrojan desde un puente a un arroyo y allí le abandonan creyéndola muerta. Al terminar la descripción de los hechos les pregunta: “Pueden verla? Violada, con el cuerpo roto, empapada en orina, en esperma, en su sangre y dejándola morir… ¿Pueden ver ahora a esa niña? Pues ahora imaginen… imaginen que es blanca”.


Dentro de tres meses se va a celebrar una nueva edición del Toro Alanceado de Tordesillas. Permítanme emular a ese letrado rogándoles que recreen en su mente la escena con el animal perseguido, acosado por hombres a pie y a caballo,  por “torneantes” que cada vez que le dan alcance le clavan con todas sus fuerzas las lanzas que portan. Piensen en su final, cuando aterrorizado y desangrándose por docenas de orificios en su cuerpo provocados por el acero ensartado recibe la lanzada definitiva, la que venga a causarle la muerte tras una agonía espantosa y que proclamará a su autor como héroe y campeón del Toro de la Vega 2011.

¿Son capaces de concebir la situación descrita? Pues bien, ahora… - no se preocupen, no voy a pedirles que se imagen a un adolescente en el lugar de ese toro - es mucho más sencillo: ahora sustituyan a esa desdichada criatura por su perro o por su gato. Voy más allá: reemplácenlo por un perro o por un gato cualquiera. ¿Pueden verlo, pueden ver a ese animal aterrorizado, con sus patas dobladas, salpicado de hemorragias y rodeado de la horda que lo está matando?

Si después de realizar este ejercicio de imaginación y de representarse la tradición de Tordesillas con animales que, nadie que no sea un psicópata, identifica con seres destinados a la tortura, si después de recrear esa escena en su mente no son capaces de emitir un veredicto de culpabilidad hacia unos políticos que permiten, subvencionan y participan del alanceamiento de un toro, es que su ética está muy por debajo de la de un jurado que absolvió a un negro en la Norteamérica del racismo, y lo hizo porque al fin comprendió que el dolor de la víctima es el mismo con independencia del color de su piel, es el mismo sea cual sea su especie.