LQSomos. Ángel Escarpa Sanz. Junio de 2011.
María Casado, la locutora del TelePSOE, daba así la noticia del fracaso de las negociaciones para que IU Extremadura posibilitara el gobierno del PSOE en esa región: “IU da su apoyo al PP en Extremadura para que éste gobierne allí”
Cuando lo correcto hubiese sido decir: IU Extremadura, harta de engaños, de sueldos escandalosos de los que detentan el poder, de la falta de sensibilidad de la clase política hacia la ciudadanía más desfavorecida; harta de corruptelas en el Estado, harta de esta monarquía depredadora, de sus bancos y cajas, de 21 años de frustración y de “señoritos” de izquierdas, declina dar su apoyo al partido en el Gobierno, posibilitando así un gobierno del PP, que viene a ser algo así como: más de lo mismo, pero a estos al menos los vemos venir de frente, que no de perfil, que es como entra el dentista cuando nos va a extraer una pieza. Estamos hartos de ser los lacayos en esta mala película de Mariano Ozores, con guión de Vizcaíno Casas; estamos hartos de ser los desgraciados vecinos de la villa Villar de río, de la peli Bienvenido, Mr. Marshall, disfrazados con ropas que no nos van y acudiendo con nuestras peticiones a la plaza, como hacen los niños con la carta de los Reyes Magos. No damos nuestro apoyo al partido de Pablo Iglesias porque hace años que dejó de serlo para convertirse en el de los banqueros, el de las transnacionales, el de los Borbones y el de los caciques. Somos hijos y nietos de Lenin, de Pasionaria, de Modesto, de Buenaventura Durruti, de Miguel Hernández, de Machado, de la Kent, de Rosario “La Dinamitera”, de Galán y de García Hernández, de la lucha de clases, de la lucha en campo abierto contra los esbirros del sistema, y no estamos dispuestos a asistir impávidos a la brutal “poda” que está sufriendo la Nación.
Somos los que, con nuestro ingenio y nuestra paciencia, piedra sobre piedra, levantamos el acueducto de Mérida, labramos las estelas mortuorias de su cementerio, el teatro donde se representan las obras inmortales de los clásicos, los que labramos las tierras desde tiempo inmemorial para que ustedes se coman, a traición, el pan de cada día. Somos los herederos de aquellos que, por defender la bandera de la decencia, que no la bicolor, como ustedes, fueron masacrados por las hordas de Yagüe, hace 75 años. Venimos de un tiempo de silencios, de pedradas en las vidrieras de las iglesias, un tiempo de humillaciones, de jornales de hambre, de palizas en los cuartelillos de la Guardia Civil por robar unas cebollas en la finca del amo.
Venimos de los tiempos heroicos de la guerrilla antifascista, de los penales donde un sanguinario general nos recluyó para castigar nuestra independencia, nuestra integridad y nuestra rebeldía. De aquí salieron para América los crueles conquistadores para someter para los Reyes Católicos las tierras de Méjico y de Perú; pero de estas tierras salieron también los pintores, poetas y científicos que le dieron gloria a España; los que defendieron en el ‘36 y en el ‘37, ‘38 y ‘39 los muros gloriosos de la Capital de la República, los mismos que pastorean toros de lidia, ganados, cerdos de la mejor raza, para que ustedes se regalen en sus banquetes con el mejor “pata negra”, mientras nuestra mejor juventud ve ”pudrir sus crines”, que dice el poeta, en las colas del paro.
Estamos hartos de esta “casta” de políticos de izquierda que acumulan auténticas fortunas a costa de defraudar a los jornaleros. Ellos si que son los vasallos de un sistema despreciable. Hasta ahora, nosotros no hemos sido más que el trampolín desde donde ellos se catapultaron hacia las grandes corporaciones, donde son recibidos con los brazos abiertos, tantas de ellas liquidadas a bajo coste, cuando aún eran parte del patrimonio nacional. En este caso, cabría decir: qué bien paga Roma a los traidores.
Fieles continuadores de franquismo, han extendido ustedes los límites del Plan Badajoz hasta la isla más alejada de nuestra Patria, hasta hacer naufragar a lo mejor de las generaciones en las aguas del pantano de Proserpina.
Porque a los colaboracionistas del sistema y enemigos de la clase obrera no se les apoya: se les combate hasta destruirlos.
Estábamos ciegos, y hemos recuperado la vista.
Estábamos mudos, y hemos roto a hablar.
Estábamos paralíticos, y hemos arrancado a caminar.
Porque sobran los motivos, hemos tomado las calles ya.
¡Viva la República!