14 jun 2011

Siempre nos quedará París*


LQSomos. Ángel Escarpa Sanz. Junio de 2011.

¿Cuántas veces habremos oído estas o parecidas palabras, en el cine o en la vida real? ¿Cuántas veces, el español honrado, me refiero, habrá podido exclamar, repetirlas, con ese o distinto nombre de ciudad?


Recuerdo ahora a mi padre, allá por los años cuarenta, dirigiéndose diariamente desde el barrio de Dos Amigos (Gta. Elíptica) hasta la fábrica de Gas Madrid, (en la Puerta de Toledo), caminando sobre los escombros de lo que, antes del cruel asedio de tres años, habían sido los Carabancheles, Antonio Leyva, el Campo de Comillas, que hiciera famoso don Manuel Azaña con su inolvidable mitin -mientras las ametralladoras de la CEDA aguardaban cualquier gesto de protesta por parte de los trabajadores allí concentrados-. Recuerdo a aquel hombre, derrotado, humillado por los vencedores, en una ciudad exultante de boinas coloradas, de camisas azules, uniformes caquis y grises, con las banderas con el yugo y las flechas, con el águila, del vencedor ondeando en los balcones de los colegios y de los edificios oficiales, con mujeres tocadas con velos y ropas de luto y hombres vestidos de derrota. Recuerdo a mi padre, ahora caminando sobre las ruinas de los sueños de aquellos que, como él, habían combatido al fascismo en Madrid, en Teruel, en Lérida, en Sierra Pandols… Le recuerdo ahora y pienso que, con otros millares que sobrevivieron a aquella carnicería, con cuánta dignidad podría repetir hoy aquello de: siempre nos quedará el Ebro.

Se me representan los exguerrilleros de los montes de León, de Cuenca, de Galicia, de Gredos; los excombatientes antifascistas que habían combatido en Francia  a las órdenes del general Leclerc, los de la Nueve, aquellos que habían entrado en París en la primera hora, sobre los blindados con los nombres Madrid, Teruel, Ebro, pintados sobre el esmalte; soldados de Galán y de García Hernández reducidos en Ayerbe por las tropas gubernamentales tras el intento vano de proclamar la República en Jaca; “resistentes” “sin papeles” en la Francia ocupada, perdidos en cualquier barrio parisino tras la caída de Cataluña y sin poder regresar a la Patria, sometida toda por los mismos que ordenaron el asesinato del poeta granadino y de tanto antifascista por el sólo hecho de serlo.

 En esta noche se me vienen a la mente aquellos millares de hombres desesperados que aguardaban inútilmente un improbable barco que les sacara del inmenso cepo en que se había convertido el puerto de Alicante, los últimos días de marzo de 1939, tras la traición de Casado; los que purgaban largas penas en los penales de Ocaña, San Pedro de Cardeña, las mujeres de Ventas, los de los campos de concentración de Castuera, Albatera; los penados que, a pico y pala, erigieron sobre los cielos de la Sierra de Guadarrama la Basílica del Valle de los Caídos; los que, tras la derrota, repoblaron los montes, reconstruyeron los puentes, los templos, las escuelas y los tradicionales mercados de las “zonas devastadas”; el nombre del poeta que apura los últimos restos del cáliz de la derrota de la Patria, junto a la playa del vecino país y el del que agoniza en la triste penumbra de la celda, en la región de las palmeras y de la luz que le vio nacer y a la que tanto amó y cantó en sus composiciones. ¡Ay, ser español y republicano…!

No, no olvidaré jamás a los humillados que, tras el sometimiento de los pueblos, hacían cola por una sopa en los cuarteles, en los conventos, ante las sedes del Auxilio Social. Aquellos mismos seres luminosos que “bebieran” no hace tanto de las palabras de Pasionaria, Durruti, Pepe Díaz, Companys, la Montseny…,  en los mismos cines de las ciudades donde veían los filmes de Charlot, Douglas Fairbanks, El acorazado Potemkin; los que asistieron como hipnotizados a las proyecciones cinematográficas, a las representaciones teatrales de las Misiones Pedagógicas y de la Barraca; los que conocieron en toda su crudeza la palabra “depurado”; los millares de seres esperanzados, ilusionados, entusiasmados, soñadores, que llenaban la Puerta del Sol aquel día de abril de hace 80 años; los esperanzados, apasionados, desesperados que trajeron el Frente Popular en febrero de 1936; los que dormían en las redacciones para que saliera a tiempo la edición de Solidaridad Obrera, Mundo Obrero, Política, El Socialista, Claridad, El Liberal, La Batalla; los que estrenaron su juventud y su rabia en el Olimpia, en 1969, con Paco Ibáñez cantando en el escenario ¡A galopar! y  Andaluces de Jaén.  

Primer mandato de cualquier pueblo derrotado por el fascismo: NO OLVIDAR, al general que ante el cañón de la pistola sediciosa escogió la fidelidad a la bandera y al régimen constitucional; no olvidar a la mujer violada por el soldado reclutado en las cábilas rifeñas; no olvidar nunca las cuencas vacías de los fusilados en los tapiales de los cementerios, los cascos al aire de las caballerías muertas , los rostros de los niños asesinados bajo los escombros de las escuelas, tras los bombardeos de las ciudades leales; no olvidar a las poblaciones aventadas, a los ejércitos derrotados, tras larga y heroica resistencia; no olvidar jamás la música, las letras de las canciones de los días festivos en las eras, de los días de las inolvidables victorias; no olvidar jamás la sonrisa de esa miliciana que, fusil en bandolera, sostiene a un niño de pocos meses entre los brazos.
Ahora son estas nuevas generaciones de españoles las que salen del silencio y de la queja individual por falta de trabajo, de techo, de oportunidades, las que se enfrentan a la policía, al sistema que les impide realizarse como personas.

Días hay en que a uno le parece que esto, como en ocasiones anteriores, se va a desvanecer como una burbuja, una pompa de jabón que ha crecido desmesuradamente, con la voluntad de millares de personas, muchas de la cuales no están allí en el preciso momento en que las cámaras de la “tele” nos muestran las asambleas y los airados: ¡lo llaman democracia y no lo es! Pero, estoy seguro de ello, son más numerosas las personas que no han acudido a aquellos lugares de encuentro de la ciudadanía, y que apoyan éstas, que las que se nos muestran en las fotos de agencia. Lo cual da para la esperanza. Puede que ya no sean tan concurridas las asambleas de las 19,30 en S. Telmo, pero es particularmente emotivo contar 45 personas sentadas sobre el césped, bajo las frondosas palmeras, participando activamente en un debate sobre como constituir y apoyar a las asambleas en los distintos barrios y pueblos de esta isla.

No sé si existe en el fondo de las conciencias de los que allí nos reunimos la tremenda responsabilidad que asumimos como ciudadanos que, de una forma u otra, manifestamos la indignación por los excesos de la clase política, por los desmanes de la banca, por todo aquello que realmente nos inquieta como colectivo humano y que desconocemos a donde nos conduce. Pero, aunque se levanten las acampadas, aunque se vacíen las plazas, aunque ya no se visualice de igual manera la indignación de la ciudadanía, aunque todo esto salte por los aires por las divisiones internas que ya se aprecian, es de esperar que, como ocurrió en la España del 1º de abril de 1939, la de 1975, tras la muerte del Dictador, se vuelva hablar de un antes y un después. Si en el treintainueve se hablaba de “tiempo normal” como el previo a la Guerra Civil  -la República-, también hubo un antes y un después tras el 20N. Que nunca más volvamos a referirnos a los días previos al 15M como “tiempo normal”, porque no lo fue. Fue un tiempo “estomagante”, que dice don Antonio Machado:

…hay un mañana estomagante escrito
en la tarde pragmática y dulzona.
Mas otra España nace,     
la España del cincel y de la maza,
con esa eterna juventud que se hace
del pasado macizo de la raza.
Una España implacable y redentora,
España que alborea
con un hacha en la mano vengadora,
España de la rabia y de la idea.

Aunque todo esto se hunda o salte por los aires, aunque se levanten las acampadas, para semillar otras acciones posteriores, estos millares de jóvenes y veteranos de otras “barricadas” aún podrán decir con orgullo: siempre nos quedará Sol.

Nos vemos de nuevo en la plaza cualquier día de estos. Porque resistir es vencer.

* Bogart a la Bergman, en Casablanca