18 abr 2011

Las venas de los pobres

LQSomos. Nicola Lococo. Abril de 2011.

Si echásemos un vistazo a “Las venas abiertas de América Latina” de Eduardo Galeano, hallaríamos en sus páginas elementos político-económicos tan nocivos para aquella parte del mundo, como lo son para nuestra salud la presencia de mercurio y plomo en la sangre que corre por las venas, generalmente de las personas más desfavorecidas de nuestra sociedad, cosa que ha evitado comentar el estudio científico titulado “Presencia y vigilancia de los productos químicos” elaborado por la elitista Universidad Carlos III y dirigido por la Doctora Castaño, que sin embargo, si ha tenido a bien aportar con todo lujo de detalles, los resultados obtenidos de su investigación por sexos, edad, zona geográfica, tasas, estadísticas, comparativas…pero como digo, nada sobre la clase social a la que pertenecían esos casi dos mil  voluntarios, que representan a la población adulta española de entre 16 y 65 años de edad de 12 áreas geográficas y a lo largo de cuatro periodos de muestreo en varios sectores laborales entre el 2008 y 2010 a los que se ha tomado muestras de sangre, orina y pelo.

Con todo, conviene atender su contenido por cuanto revela que la tasa de mercurio en sangre de los españoles es entre 6 y 10 veces más alto que la media de Alemania y Estados Unidos aunque similar a la de otros países grandes consumidores de pescado como los mediterráneos y Japón. Y es que, el mercurio llega al cuerpo humano sobre todo a través de la ingesta de pescado, dice el estudio; ¿pero cómo llega a los peces?.

El problema viene de lejos y es bien conocido por la FAO, la OMS, la OTAN…hasta Pescanova anda preocupada. Los animales marinos no es que hayan desarrollado, como diría mi buen amigo Jesús Peláez, una estrategia evolutiva para no ser ingeridos, como les ocurre a algunos lomos de merluza congelados de aspecto negruzco y olor fétido que llega a algunos comedores sociales legados por nuestra solidaridad…este alquímico elemento, arriba al mar cual tributo a Poseidón ofrecido por las industrias químicas, como las fábricas de cloro, y se introduce rápidamente en la cadena trófica absorbido por el plancton en un medio en el que el pez grande se come al pequeño, por lo que ejemplares como el atún o el pez espada de los que llegan a nuestra mesa, son los que nos aportan más mercurio al cuerpo. El asunto es preocupante, porque está demostrado que en dosis altas afecta al feto en su desarrollo mental y provocar alteraciones nerviosas. Pero, preocupante… ¿para quién?

Como siempre, al perro flaco todo son pulgas, y no me es necesario realizar estudio hematológico alguno para saber que los más afectados por este mal evitable como el del plomo y tantos más, no son otros que los de siempre, quienes han de trabajar en contacto directo con estas sustancias y quienes no disponen de información ni recursos suficientes para dotarse de un entorno saludable y una alimentación sana, asumiendo su riesgo con la agradable resignación de que ¡De algo hay que morirse! Aunque bien es verdad que ¡los hay que están peor! como nos lo demostró el presidente de Etiopía, quien en cuanto se enteró que Alemania iba a incinerar las chuletas y solomillos de las vacas locas, no dudó en reclamar oficialmente que se las enviaran por valija diplomática a su gente, dado que entre morir de hambre o de encefalopatía espongiforme, como que lo segundo les parecía más apetecible.