LQSomos. Ferran Fullá. Febrero de 2011.
La unión del proletariado, de sus sectores más activos es indispensable para conquistar una democracia de nuevo tipo, al ser la clase obrera no sólo la que tiene mayor capacidad dirigente por su situación social, sino la más numerosa. Tal unión se puede concretar en lo sindical, en la acción política en un cierto periodo o, en su forma más elevada, en la formación de un partido unitario.
La unidad de acción proletaria, sobre todo en lo político, es el nervio de la estrategia de los marxistas, pues cuando esta unidad de acción se realiza, las demás clases trabajadoras suelen seguir, también se allana el camino hacia el frente unido, y brota la tendencia hacia el partido unitario. La división de los trabajadores es una condición imprescindible para la subsistencia del poder de la burguesía monopolista. De hecho, en España, un alto grado de unión sólo se ha alcanzado durante periodos breves. Esto subraya la importancia de fortalecer en cada momento las formas más simples de unidad de acción que permitan las condiciones objetivas; y para ello hay que tener en cuenta varios criterios. Primero, enfocar la lucha por el objetivo principal en cada circunstancia, para encontrar un terreno común a las diferentes tendencias y movilizar a los trabajadores no organizados. En segundo lugar, es preciso establecer, siempre que sea posible, acuerdos por arriba, o sea, acuerdos formales entre los organismos dirigentes del conjunto de las fuerzas obreras, ya sean políticas, sindicales u otras. En tercer lugar, es necesario impulsar la unidad de acción por la base si otras fuerzas obreras adoptan una actitud cerrada, antiunitaria, y no se debe esperar simplemente a que cambien de parecer. Ahora bien, en este caso la unión por la base tiene que proponerse también como meta la unión por arriba. Y en cuarto lugar, cuando una fuerza obrera actúa en lo esencial favoreciendo al mayor enemigo del pueblo, hay que combatir a la dirección de esta fuerza, procurando separar la dirección de la base y ganar a ésta para la acción unitaria.
La unión sindical es un importante objetivo en la tarea de unir a la clase obrera. La garantía mayor para crear una central única reside siempre en el progreso político de nuestra clase; pero bajo condiciones políticas adversas, a la vez que se buscan las formas posibles de unidad de acción, hay que persistir en el objetivo de la unión sindical, ya que ésta responde a las necesidades elementales de la inmensa mayoría de los trabajadores, y esto sobre todo es importante en España debido a que la fuerza de los sindicatos aún es muy pequeña y, en cambio, la penuria económica de la clase obrera es muy grande. Las normas que deben guiar aquí la acción de los marxistas son: oponerse al fraccionalismo y a la escisión, promover la vida democrática en el sindicato en vez del trabajo en círculos reducidos, y ganar una posición dirigente gracias a lo acertado de la acción y no por otros recursos.
La integración de los sectores activos de la clase obrera en un único partido es un objetivo que corresponde a la identidad fundamental de nuestros intereses de clase. En España se han dado pasos en ciertos momentos hacia un partido único por dos vías distintas: paralelamente a acuerdos concretos de unidad de acción, como fue el caso del Frente popular de 1936, que dieron pie a la creación del PSUC y la JSU; o bien como fruto de la simple unidad de acción por la base en las CC.OO. de los años setenta, cuando el sectarismo y la impotencia del PSOE llevó a las filas comunistas a una mayoría de trabajadores de ideas avanzadas. En cualquier caso, para hacer posible la creación de un partido unitario cuando se den las circunstancias apropiadas, además de impulsar los movimientos de masas, hay que fortalecer las filas de los partidos y las organizaciones marxistas y defender los principios que son vitales para el progreso de la causa proletaria en cada período.
Si bien es justo reconocer que en el pasado no siempre el impulso unitario partió de los comunistas, no es menos evidente que ninguna otra fuerza obrera puede presentar un balance tan positivo, a pesar de nuestras equivocaciones y divisiones, en todo lo que afecta la defensa de los intereses populares. Por ello es necesario persistir en una posición marxista en situaciones, como la actual, no sólo de limitada incidencia política de los marxistas sin incluso de grave división y marginación.
Sobre los principios vitales en cada período, hay que señalar, por una parte, que su defensa permitió dar los pasos que se han citado hacia un partido único y, por otra, que ahora sólo se puede rehacer la fuerza social y política de nuestra clase, si se impone la comprensión de varios principios, entre los que juega un papel importante el trabajar por la unidad y no por la escisión. Sin duda, el PSOE se ha equivocado durante los últimos años en este y otros asuntos, pero también hay marxistas que han seguido una vía errónea, en uno u otro momento. De ahí que se tenga de persistir en los principios que deciden la orientación política y organizativa fundamental en cada situación, para avanzar hacia un partido unitario o, simplemente, para resolver las divergencias entre marxistas y favorecer la unidad de acción entre las diversas corrientes que hay en la clase obrera. Sobre este particular, cabe decir que en el ámbito español, la confrontación con el PSOE ha sido determinante en lo positivo y en lo negativo. En general, la posibilidad de encontrar un terreno común en lo político e ideológico con la socialdemocracia sólo se ha dado cuando la clase dominante ha prescindido de cualquier asomo de política de colaboración de clase. En el caso contrario, a lo más que se puede llegar es a ciertos pactos puntuales, generalmente en el ámbito local.
En cuanto a la relación entre labor parlamentaria y labor de masas, es indudable que la segunda es la principal y que, cuando prevalece la lucha parlamentaria, la vinculación de ésta con la lucha de masas es totalmente imprescindible. Respecto a la ofensiva y la defensiva, hay que señalar que la relativa fortaleza de la dominación de la burguesía monopolista da lugar a la preponderancia de las situaciones de defensa prolongada para el proletariado, en las que éste, para preservar sus fuerzas, incrementarlas paulatinamente y crear condiciones para la ofensiva, debe atenerse a la táctica de defensa activa, o sea, llevar acabo acciones puntuales y temporalmente ofensivas que desgasten al adversario por sus puntos más débiles.
La unidad de acción proletaria, sobre todo en lo político, es el nervio de la estrategia de los marxistas, pues cuando esta unidad de acción se realiza, las demás clases trabajadoras suelen seguir, también se allana el camino hacia el frente unido, y brota la tendencia hacia el partido unitario. La división de los trabajadores es una condición imprescindible para la subsistencia del poder de la burguesía monopolista. De hecho, en España, un alto grado de unión sólo se ha alcanzado durante periodos breves. Esto subraya la importancia de fortalecer en cada momento las formas más simples de unidad de acción que permitan las condiciones objetivas; y para ello hay que tener en cuenta varios criterios. Primero, enfocar la lucha por el objetivo principal en cada circunstancia, para encontrar un terreno común a las diferentes tendencias y movilizar a los trabajadores no organizados. En segundo lugar, es preciso establecer, siempre que sea posible, acuerdos por arriba, o sea, acuerdos formales entre los organismos dirigentes del conjunto de las fuerzas obreras, ya sean políticas, sindicales u otras. En tercer lugar, es necesario impulsar la unidad de acción por la base si otras fuerzas obreras adoptan una actitud cerrada, antiunitaria, y no se debe esperar simplemente a que cambien de parecer. Ahora bien, en este caso la unión por la base tiene que proponerse también como meta la unión por arriba. Y en cuarto lugar, cuando una fuerza obrera actúa en lo esencial favoreciendo al mayor enemigo del pueblo, hay que combatir a la dirección de esta fuerza, procurando separar la dirección de la base y ganar a ésta para la acción unitaria.
La unión sindical es un importante objetivo en la tarea de unir a la clase obrera. La garantía mayor para crear una central única reside siempre en el progreso político de nuestra clase; pero bajo condiciones políticas adversas, a la vez que se buscan las formas posibles de unidad de acción, hay que persistir en el objetivo de la unión sindical, ya que ésta responde a las necesidades elementales de la inmensa mayoría de los trabajadores, y esto sobre todo es importante en España debido a que la fuerza de los sindicatos aún es muy pequeña y, en cambio, la penuria económica de la clase obrera es muy grande. Las normas que deben guiar aquí la acción de los marxistas son: oponerse al fraccionalismo y a la escisión, promover la vida democrática en el sindicato en vez del trabajo en círculos reducidos, y ganar una posición dirigente gracias a lo acertado de la acción y no por otros recursos.
La integración de los sectores activos de la clase obrera en un único partido es un objetivo que corresponde a la identidad fundamental de nuestros intereses de clase. En España se han dado pasos en ciertos momentos hacia un partido único por dos vías distintas: paralelamente a acuerdos concretos de unidad de acción, como fue el caso del Frente popular de 1936, que dieron pie a la creación del PSUC y la JSU; o bien como fruto de la simple unidad de acción por la base en las CC.OO. de los años setenta, cuando el sectarismo y la impotencia del PSOE llevó a las filas comunistas a una mayoría de trabajadores de ideas avanzadas. En cualquier caso, para hacer posible la creación de un partido unitario cuando se den las circunstancias apropiadas, además de impulsar los movimientos de masas, hay que fortalecer las filas de los partidos y las organizaciones marxistas y defender los principios que son vitales para el progreso de la causa proletaria en cada período.
Si bien es justo reconocer que en el pasado no siempre el impulso unitario partió de los comunistas, no es menos evidente que ninguna otra fuerza obrera puede presentar un balance tan positivo, a pesar de nuestras equivocaciones y divisiones, en todo lo que afecta la defensa de los intereses populares. Por ello es necesario persistir en una posición marxista en situaciones, como la actual, no sólo de limitada incidencia política de los marxistas sin incluso de grave división y marginación.
Sobre los principios vitales en cada período, hay que señalar, por una parte, que su defensa permitió dar los pasos que se han citado hacia un partido único y, por otra, que ahora sólo se puede rehacer la fuerza social y política de nuestra clase, si se impone la comprensión de varios principios, entre los que juega un papel importante el trabajar por la unidad y no por la escisión. Sin duda, el PSOE se ha equivocado durante los últimos años en este y otros asuntos, pero también hay marxistas que han seguido una vía errónea, en uno u otro momento. De ahí que se tenga de persistir en los principios que deciden la orientación política y organizativa fundamental en cada situación, para avanzar hacia un partido unitario o, simplemente, para resolver las divergencias entre marxistas y favorecer la unidad de acción entre las diversas corrientes que hay en la clase obrera. Sobre este particular, cabe decir que en el ámbito español, la confrontación con el PSOE ha sido determinante en lo positivo y en lo negativo. En general, la posibilidad de encontrar un terreno común en lo político e ideológico con la socialdemocracia sólo se ha dado cuando la clase dominante ha prescindido de cualquier asomo de política de colaboración de clase. En el caso contrario, a lo más que se puede llegar es a ciertos pactos puntuales, generalmente en el ámbito local.
En cuanto a la relación entre labor parlamentaria y labor de masas, es indudable que la segunda es la principal y que, cuando prevalece la lucha parlamentaria, la vinculación de ésta con la lucha de masas es totalmente imprescindible. Respecto a la ofensiva y la defensiva, hay que señalar que la relativa fortaleza de la dominación de la burguesía monopolista da lugar a la preponderancia de las situaciones de defensa prolongada para el proletariado, en las que éste, para preservar sus fuerzas, incrementarlas paulatinamente y crear condiciones para la ofensiva, debe atenerse a la táctica de defensa activa, o sea, llevar acabo acciones puntuales y temporalmente ofensivas que desgasten al adversario por sus puntos más débiles.