LQSomos. José López. Enero de 2011.
Cuba se enfrenta a un trascendente dilema: restaurar el capitalismo o avanzar hacia el socialismo mediante la democracia.
En la Cuba actual ocurre algo parecido a lo que aconteció en la Unión Soviética. Si bien hay una diferencia fundamental que tal vez explique por qué en la isla caribeña sobrevivió y no degeneró tanto la revolución (a pesar del duro e inhumano bloqueo estadounidense). Los padres de Revolución cubana siguen vivos, han podido liderar y continuar directamente durante bastante tiempo la revolución que iniciaron.
El problema inherente de todo liderazgo, de todo protagonismo excesivo de cierta élite, se suaviza si ésta tiene buenas intenciones, si las personas que hacen la revolución política, que conquistan el poder político, también hacen la revolución social. Si el liderazgo al más alto nivel permanece en las mismas personas, se dificulta la traición a los ideales de dicha élite, al espíritu inicial de la revolución.
Lo peor es que la revolución la dirija una élite sin el suficiente apoyo popular y que, además, sus máximos dirigentes no prosigan la labor iniciada por quienes les precedieron. Los herederos de los padres de cualquier revolución pueden traicionar sus principios, pueden desvirtuar sus métodos, pueden transformar los medios en fines. Así ocurrió en la URSS. Siempre es más fácil que otras personas traicionen los principios de uno, que uno mismo.