19 sept 2011

¿Nos hacemos unas pajillas?

LQSomos. Nicola Lococo. Septiembre de 2011.

Mariano Rajoy, se ha estrenado en Twitter relatando el encuentro fortuito que ha tenido en pleno vuelo con el actor Santiago Segura y el cantante Julio Iglesias hijo, con quienes se le puede ver en una foto tomada en el interior de la nave que acompaña su cuarto mensaje en la red social. Qué menos que comentarlo como merece.


Si se observa detenidamente la foto, a modo de ejercicio Yoga, primeramente, cualquiera podría sentir una experiencia religiosa, para acto seguido, percatarse de la enorme fuerza con la que concurren las miradas de los personajes que de querérsele encontrar un parangón estético de enigma y misterio en la Historia del Arte, habríamos de conducir los pies hasta el Museo del Prado para hallarlo en el, escudriñado hasta la saciedad, cuadro de Velazquez conocido como “Las meninas” o si se prefiere, el famoso cruce de paso de cebra de los Beatles.

Para empezar, es muy extraño que el centro de atención sea el actor y no el político, cuando es en el Twitter de este último, donde se cuelga la instantánea. Lo suyo, hubiera sido que fuera el Presidente del PP donde confluyeran las miradas de los otros personajes…¡Pero no! Tanto Julio Iglesias, como Don Mariano, dirigen sus ojos hacia donde está quien en la ficción interpreta a Torrente. Este detalle que no pasa desapercibido al espectador de la foto, se ve más acentuado si cabe, porque a su vez, Santiago Segura, en lugar de devolver la cortesía mirando a uno de sus interlocutores, parece como inmune a la cosificación de la que hablara Sartre y enfoca sus gafas hacia donde está la cámara. El resultado es un flujo simbólico constante de interpelación hacia el sujeto que contempla la escena, cuyo inconsciente ha de saber despejar las distintas incógnitas subliminales del leguaje no verbal que encierra tan sublime momento, menester para el que nos serviremos de quien en principio parece un convidado de piedra, pero que no aparece por casualidad, pues es su presencia que ocupa la parte central del triángulo escénico, la que cataliza todo ese caudal semántico que pasa desapercibido al inconsciente.

Salta a la vista, que de no ser por la amplia sonrisa del cantante, cualquiera diría que les agrada el encuentro; Se evidencia una corriente de tensión continua entre el político y el actor, a caso porque saben que en breve habrán de entenderse uno para dejarse fotografiar juntos, el otro para conceder subvenciones a quien le va aponer a parir. De ahí la posición ambigua de perfil y meditabunda del candidato Popular o la mueca incómoda de Segura hecha de frente, en un esfuerzo por irse acostumbrando a la nueva situación que previsiblemente vendrá tras el 20-N y coger desde ya al torito bravo del Fari por los cuernos.

No poca importancia tiene en este orden de cosas, la posición de los brazos. Los brazos por antonomasia en el código estético representan el mando y la capacidad de poder. Obsérvese, que la búdica sonrisa de Julito está como flotando en el aire sin aparecer los brazos del cantante y con ello, vuelve a resaltar estos elementos en los otros dos personajes. Mientras Don Mariano apunta con su brazo izquierdo hacia el actor y le hace un corte de mangas disimulado a la vez que le enseña el reloj, como dándole a entender que les queda poco a los de la ceja, la posición horizontal femenina del brazo de Segura, que lo sitúa como a la defensiva, presupone que el actor ha tomado nota, si bien, también puede enviar el mensaje de que está dispuesto ha trazar una raya entre su pasado cercano y su futuro inmediato, dato que justificaría la actitud meditativa de Rajoy que contrasta con su agresividad gestual, aunque con la que tiene escondida se esté haciendo una pajilla, con la que no disfruta tanto como Julito con las dos.

Y una vez más, es la figura de Julio Iglesias la que dirige toda la interpretación. Al llevar una gorra, provoca que nos concentremos en la diferencia capilar de los otros dos personajes, uno calvorota y el otro bien poblado, aunque en lo demás, parecen coincidir con su barbita recortadita y sus gafas de corte rectangular, asunto en el que parece caer en la cuenta el propio Santiago Segura y que podría ser la causa de su mueca ante la cámara, preocupado por que le saquen el parecido o quien sabe, si para contratarlo de doble en Torrente V.

Pues bien, mucho me temo que al líder del PP le han tendido una trampa de ¡Aupa! maquinada por los expertos en manipulación de masas a través de la iconografía. El mensaje oculto que transmite la fotografía, donde Rajoy aparece dubitativo en el extremo derecho del marco, sobre fondo azul y con el actor destacando en rojo, no es otro que: ¡Sálvame de Rajoy!