LQSomos. Nicola Lococo. Junio de 2011.
Desde muy antiguo, al ajedrez se le distingue con el honorable título de “Noble juego” cosa que en su día pudo deberse a que originalmente sólo fuera practicado en principescas cortes palaciegas.
Mas con el tiempo, la nobleza de la procedencia de sus practicantes fue cediendo terreno a la nobleza moral del comportamiento de los mismos en el transcurso agonal de la lid figurada que supone una partida del rebautizado recientemente como “Deporte-Ciencia” pues es norma entre los oponentes, estrechar las manos antes de iniciar y finalizar el encuentro en señal de juego limpio, procurar no molestarse mientras deciden sus jugadas, avisarse mutuamente del peligro que corre la posición del oponente mediante la conocida fórmula ¡Jaque al Rey! quedarse a analizar posteriormente la partida: el perdedor para aprender de su derrota y el vencedor en acto de generosidad hacia su adversario para explicarle dónde y cuándo ha cometido los fallos que han entregado el tanto…Empero, aparte de todo lo mencionado e infinidad de detalles en la secuencia que dejo en el tintero para no aburrir al lego lector, acaso por su relevancia pedagógica merecen ser mencionados tres atenciones más, cuales son: la de abandonar la lucha sin necesidad de hacerle perder tiempo al contrincante obligándole a darte un mate anunciado con catorce movimientos de antelación; La de no cebarse sádicamente con un rival de categoría inferior cuyo nivel todavía no le alcanza para saberse perdido y al que se le ha de vencer en el menor de jugadas posibles para evitarle una humillante y agónica derrota; Y en tercer lugar tendríamos la noción de “Sacrificio” en el que una pieza se deja capturar en beneficio de un previsible resultado positivo para su color, apreciación esta última en la que nos detendremos por venirnos ni que pintada la ocasión para adjudicársela a la Ministra de Defensa.Si bien, para el jugador de ajedrez, el Rey es la pieza más importante, a la que más aprecio tiene por su fuerza y valor – sorteando los corolarios freudianos – es la figura de la Dama. Tanto es así, que los prinicipiantes gustan de jugar sólo con ella hasta el punto de exponerla al inicio de partida, y únicamente a base de disgustos aprende a reservarla para cuando sobre el tablero el resto de piezas desplegadas pueden ofrecerle la suficiente cobertura como para no caer en las temidas celadas de las que es objeto todo General, que lejos de quedarse enrocadito en su castillo, acepta el reto de batirse como uno más en el campo de batalla. Y es que, la Señora, como ninguna otra pieza, toma parte de las bellas combinaciones de Mate, como el “del Loco” “el Pastor” o mismamente “el beso de la muerte” que lo dice todo. Por ello, cuando un jugador decide sacrificar la Dama, podemos dar por segura la derrota de quien la sacrifica por no haber calculado bien la variante que habría de llevarle a la victoria, o bien, de quién se la acepta, pues en la recepción del regalo aqueo, como sucediera a los troyanos, se introduce el veneno suficiente que le conducirá inexorablemente en pocos movimientos a la rendición de la partida.
La renuncia de Carme Chacón, ha sido un sacrificio de Dama en toda regla; De estar en la india podríamos asimilarlo como la tradicional higiénica costumbre funeraria de la inmolación de la viuda de un cadáver político como es Zapatero, quien por ser polígamo a este respecto, habría de ser acompañado igualmente por Aido, Sinde, Trinidad Jiménez y la favorita Leire Pajín, o sea, todas las mujeres del Presidente. ¡Pero no! Sólo Chacón ha tenido los ovarios suficientes para arrojarse al Fuego purificador que a lo mejor la redime de la actual condición de apestadas que mal llevan las demás, así como el resto de eunucos zapateriles que han reído y cantado las gracias y que ahora sólo aciertan a ufanarse por lo bajinis ¡Que nos quiten lo bailao!
La jugada es larga, las variantes muchas y toda la combinación incierta, pero dentro del cálculo de probabilidades, a nadie escapa que abandonar una partida perdida contra Rubalcaba, presentándose como mujer pasada por el aparato de los barones del Partido, puede proporcionarle una inestimable ventaja de imagen – a todas luces innecesaria porque está de muy buen ver - a la postre, si bien, el riesgo es haber desaparecido del tablero en una partida que ya no es la suya. Y vayan ustedes a saber si al recolocarse las piezas para disputar un nuevo encuentro, le dejan ocupar tan excepcional casilla de salida como lo es la de su color.