LQSomos. Ángel Escarpa Sanz. Abril de 2011.
En unos días celebraremos una vez más el aniversario de la República; unos días más y tendremos que enfrentarnos a la noble, terrible responsabilidad de votar en las urnas.
Si algo hay que decir para ambos casos es que, a la hora de alzar nuestras copas, a la hora de introducir el papelín en las urnas, lo hagamos con responsabilidad: no tanto pensando en el Partido y en las prebendas del poder, como para instalar a la Justicia allí mismo de donde nunca debió ser desalojada. No tanto con el recuerdo para aquel miliciano que cayó empuñando un arma en el frente de Córdoba, defendiendo la República; el que cayó en Bolivia, aquellas “mujeres de Ventas”, el que cayó en el “monte” bajo las balas de la Guardia Civil…no tanto en los que usaron el cargo para adquirir prestigio personal, para gozar de influencia, para trepar en esta espantosa cucaña en que convirtieron la sociedad, los que verdaderamente “se beneficiaron” a la democracia… como para cuestionarnos nuestro papel como ciudadanos libres.
Hagámoslo desde el respeto que nos merecemos hacia nosotros mismos, el que se merecen los hombres y mujeres de bien. Por los que en el pasado, en el presente y el futuro, dieron, dan y darán sus vidas, aunque sólo sea por un momento heroico, desde la generosidad o desde las ideas de progreso, desde lo más hondo de la fraternidad humana; por los que sufren una intervención continuada del Ejército y de los paramilitares Por los que, tras sufrir la burla de unas elecciones libres, vieron instalado en la presidencia del país al déspota señalado por el dedo del que dicta los designios de los pueblos de la Tierra. Hacedlo pensando en los sindicalistas perseguidos y amenazados de muerte en Méjico, en Colombia, en Honduras; hacedlo por los que no alcanzarán la mayoría de edad porque el SIDA o el hambre acabarán con ellos; por aquellos a los que el verdugo de Israel o de Marruecos les niega la patria; por los periodistas asesinados mientras informaban de los excesos de las tropas invasoras. Hacedlo por esas niñas que, en estos mismos momentos en que tú haces cola en la puerta del cine o terminas un crucigrama, son sometidas a crueles intervenciones para preservar su virginidad, en nombre de bárbaras tradiciones; por esa mujer condenada a ser lapidada en público en nombre de la vieja tradición tribal. Hacedlo por esos niños que, sin escolarizar, escarban en los inmensos basurales del mundo; por los que mueren bajo los excesos del “progreso”, por los que ponen sus vidas en el tablero de una barquilla para huir del hambre y de la represión; por los “espaldas mojadas” de todos los continentes, por las mujeres maltratadas, desaparecidas…por aquellos que jamás sabrán que una vez existieron mujeres, hombres, que se llamaron Bolívar, Martí, Azaña, Zapata, Shakespeare, Chaplin, Einstein, Pasionaria, Benedetti, Saramago, Federico, Miguel, Rosa, Beethoven, Marx, Picasso, Curie…que combatieron la ignorancia, el hambre, la marginación. Porque en estas horas de nuevas y viejas reivindicaciones, de viejas banderas en las calles, de sueños, de remembranzas y de luto por las libertades y las conquistas perdidas, ahora no se trata de conquistar tierras ni de construir inútiles imperios, sino de de poner las cosas en su sitio. Ahora de lo que se trata es, precisamente, de poner al hombre en su lugar, en el centro de todo esto. A salvo de los depredadores mercados y de políticos sin escrúpulos. Construir un mundo a la medida del hombre y su entorno.
Durante siglos, milenios, hemos consentido que “ellos” exploten, repartan, expolien los recursos del Planeta, que administren la democracia, nuestras vidas, el mundo; que organicen la vida y la muerte, como los sumos sacerdotes del antiguo Egipto. ¿Desde cuándo nacer en un lugar u otro del Planeta puede ser la causa de que una mujer muera de un simple parto, de una enfermedad común, por falta de medicamentos que se pasan de fecha en los almacenes de los laboratorios? ¿Desde cuándo nacer en uno u otro extremo del planeta tiene necesariamente que determinar que un hombre o una mujer mueran al nacer o a los cien años, a falta de unos alimentos que se pudren en las naves los países ricos? ¿Desde cuándo un animal tiene necesariamente que engordar para morir en una plaza, para divertimento de los pueblos? ¿Por qué si éste es un planeta maravilloso e irreemplazable se empeñan algunos en convertirlo en un vasto cementerio? ¿Hasta cuándo vamos a consentir que nos mientan y que nos lleven a sus mataderos de Irak, Afganistán, Libia, Líbano? ¿Hasta cuándo consentiremos que ellos: reyes sin escrúpulos, empresarios ambiciosos, ministros de las iglesias, funcionarios, artistas en eso de adormecer las conciencias de los jóvenes desde los escenarios, mercaderes de la palabra, malabaristas de las cifras, ambiciosos recaudadores, dogmáticos teóricos al servicio de los templos del poder…engorden a costa de la sangre de los pueblos? ¿Hasta cuándo serán necesarios los jueces que no hacen justicia, payasos que no nos hacen reír; hasta cuándo tamborileros que tocan al son que les mandan, asépticos fotógrafos y periodistas que sólo fotografían y escriben sobre aquello que les da de comer, pintores que pintan para los salones de los consejos de administración? ¿Hasta cuándo políticos que actúan, como el flautista de Hamelin, como simples “intermediarios” entre los insaciables patronos y la clase obrera? ¿Hasta cuándo la aventura de nacer en un maravilloso planeta, de vivir la irrepetible aventura del existir, tiene que conllevar necesariamente la maldición de la explotación del hombre por el hombre? (¡Ah!, ustedes y toda su maldita civilización, con todas sus cosechas de armamento, drogas, sus desalentadoras colas ante las oficinas del desempleo, sus centros de detención y de tortura, todo ese infierno de papel couché y luces de neón, de seres fracasados durmiendo entre cartones a las puertas de las grandes firmas.)
100.000 años después de que descendiéramos de los árboles… quince siglos de monarquías, cuarenta años de fascismo y treinta y seis de postfranquismo, no han sido suficientes para hacernos renunciar al bien más hermoso que puedan disfrutar los pueblos, hombres y mujeres:…la LIBERTAD.
Por la Humanidad…