LQSomos. Juanjo Llorente & Antonio Marín Segovia. Marzo de 2011.
Algunos países de la OTAN, entre los cuales se encuentra España, junto a varias autocracias árabes, han decidido intervenir en Libia mediante ataques aéreos. Como hicieron en Irak durante años antes de que Bush decidiera invadir el país, o como hicieron en Bosnia. En ambos casos, recordemos, los resultados fueron más víctimas inocentes, más destrucción y la división étnica del país.
Desde las revueltas del pasado febrero, Libia se encuentra dividida en dos bandos a los que separan cuestiones territoriales, lealtades tribales y su apoyo a Gadafi. A la luz de todos los informes, el bando rebelde (liderado por un Consejo Nacional de Transición que sólo incluye miembros de una región y ciertas tribus, entre ellos varios antiguos miembros del gobierno) es el minoritario en el país.
La intervención aérea aliada, lejos de forzar una negociación y un entendimiento incruentos entre ambos bandos -lo cual sólo podría conseguirse con la interposición de cascos azules en tierra- sólo puede contribuir a un alargamiento del conflicto que acabe convirtiendo a Libia en un estado fallido, tal como sucedió en Irak y Afganistán. Lo cual sería especialmente nocivo, al constituir Libia hasta el pasado mes el país con mayor índice de desarrollo humano de toda África, con una calidad de vida similar a la de Portugal o Polonia.
Resulta inadmisible que esta "guerra por la democracia" esté patrocinada por un premio Nobel de la Paz como Obama, el líder español del No a la Guerra y un puñado de líderes de escasas credenciales democráticas, como el emir de Qatar, los reyes de Jordania y Marruecos o el propio Silvio Berlusconi. Especialmente, cuando las armas que supuestamente Gadafi está utilizando para masacrar a su pueblo son las mismas que Europa le vendió hasta el mes pasado.
Pese a la intensa propaganda favorable, los bombardeos que se están llevando a cabo son inmorales y perjudiciales para el futuro del pueblo libio. Inmorales porque no existe objetivo alguno que justifique la muerte de civiles inocentes, lo cual será inevitable por la naturaleza de las operaciones aéreas y de las armas empleadas; y perjudiciales porque esta intervención, lejos de forzar una negociación entre los bandos en conflicto, anima a los libios a seguir matándose entre ellos y acabará llevando a Libia al caos y el odio en el que acabaron Irak o Afganistán.
Como ha señalado Izquierda Unida en el parlamento español, el Gobierno de Zapatero y los partidos que le apoyan, aún con la resolución de la ONU, no tienen legitimidad para involucrarnos en una agresión imperialista. Esta guerra es un nuevo fraude a la voluntad popular que vulnera una vez más las condiciones del Referéndum de la OTAN, que impedía la participación del Estado en la estructura militar de la OTAN, y mucho menos la participación directa en el ataque a otros pueblos.
Si en marzo de 2003, millones de personas salimos a la calle gritando ni un euro para la guerra, mucho más intolerable es que ahora, con 5 millones de parados, cuando cada día el Gobierno aparece con un recorte nuevo en salarios, pensiones, servicios públicos y derechos sociales, cuando cientos de miles de personas pierden su vivienda en desahucios, el Gobierno del PSOE, que calló cuando los ataques al Líbano y a Gaza, dilapide ahora recursos públicos para intervenir sobre un país soberano y cuyo pueblo tiene pleno derecho a la autodeterminación.
Sólo si los ciudadanos exigimos a nuestros gobiernos el fin de los ataques y la búsqueda de una salida diplomática al conflicto, evitaremos la pauperización y el genocidio tribal en Libia. Todos y todas estamos emplazados. No más sangre por petróleo.
Como ha señalado Izquierda Unida en el parlamento español, el Gobierno de Zapatero y los partidos que le apoyan, aún con la resolución de la ONU, no tienen legitimidad para involucrarnos en una agresión imperialista. Esta guerra es un nuevo fraude a la voluntad popular que vulnera una vez más las condiciones del Referéndum de la OTAN, que impedía la participación del Estado en la estructura militar de la OTAN, y mucho menos la participación directa en el ataque a otros pueblos.
Si en marzo de 2003, millones de personas salimos a la calle gritando ni un euro para la guerra, mucho más intolerable es que ahora, con 5 millones de parados, cuando cada día el Gobierno aparece con un recorte nuevo en salarios, pensiones, servicios públicos y derechos sociales, cuando cientos de miles de personas pierden su vivienda en desahucios, el Gobierno del PSOE, que calló cuando los ataques al Líbano y a Gaza, dilapide ahora recursos públicos para intervenir sobre un país soberano y cuyo pueblo tiene pleno derecho a la autodeterminación.
Sólo si los ciudadanos exigimos a nuestros gobiernos el fin de los ataques y la búsqueda de una salida diplomática al conflicto, evitaremos la pauperización y el genocidio tribal en Libia. Todos y todas estamos emplazados. No más sangre por petróleo.