LQSomos. Nicola Lococo. Julio de 2011.
Escribo estas líneas escuchando de fondo el discotequero tema de Sak Noel “Loca people” cuya melódica cadencia descriptiva del grato impacto que a los turistas les provoca nuestra secreta ecuación de la felicidad que se resuelve despejando en el espacio-tiempo las incógnitas estrechamente relacionadas entre siesta y fiesta, pudiera justificar la puercoespín irrupción de Ángela Merkel en nuestra escena política.
Todos los días, empresas solventes con beneficios presentan EREs endosándole al gasto público la factura de sus obligaciones sociales contraídas para con sus trabajadores y todas las noches, miles de ciudadanos se acuestan con la incertidumbre de no saber si al día siguiente se encontrarán con una carta de despido, por supuesto, con la conformidad de los sindicatos del crimen mayoritario. Entretanto ¡Viva la fiesta! Ayudas a la patronal, rebaja salarial, flexibilidad laboral, despido libre y ¡cómo no! subvenciones a los cómplices que dicen defender los intereses de la clase trabajadora.
Todos los días, nos llegan noticias de cómo los deportistas de élite que han llegado a donde están en parte gracias a nuestros impuestos, soporte social de infraestructuras y proyección mediática que les hace receptores del jugoso mecenazgo privado…han trasladado su residencia a Paraísos Fiscales al objeto de eludir su compromiso para con la sociedad que les ha aupado a lo más alto del podium. Pero todas las noches, a la gente se le olvida que está aplaudiendo a cuantos se están mofando de su buena Fe y ¡Viva la fiesta! las televisiones a pagar millones de euros por las retransmisiones deportivas en concepto de publicidad, los clubes a firmar contratos exorbitantes para garantizarse vender camisetas y marcas que marquen el culo y los corazones de los jugadores y ayuntamientos como el de Madrid a gastarse el dinero de los ciudadanos en lograr unos Juegos Olímpicos que tienen de pureza deportiva lo que de cocaína hay en una raya.
Todos los días, oímos hablar de lo mal que va la economía, pero llegan las rebajas y quien más quien menos, tira la casa por la ventana, como si llegara el fin del mundo, solo que, lejos de desprenderse de sus bienes materiales para ir ligeritos de equipaje como hicieran los primeros cristianos, desean hacerse un ajuar para el último viaje al mejor estilo de los Faraones egipcios. Y por la noche ¡Viva la fiesta! Terrazas llenas, cervezas y tapas corriendo a raudales, discotecas a rebosar escuchando los temas que enriquecen a los miembros de la SGAE y a quienes a su vez les roban a ellos.
Todos los días, sabemos de personas que son desahuciadas de sus casas por los despiadados bancos, pobre gente que esa misma noche no tendrá donde dormir, mientras el resto, como no queriendo ver las barbas del vecino pelar, continua con su particular ¡Viva la fiesta! bancaria, dejando su dinero en tan viles manos, manteniendo sus nóminas y domiciliaciones como si pudieran dormir a pierna suelta sabiéndose cómplices necesarios a cambio de ningún interés, pues hoy es el día, en que les pagamos por que se beneficien con nuestra riqueza.
Es posible que todo remita a las inmensas ganas de vivir que tiene la gente, a ese espíritu romántico escapista de la realidad que le permitiera a Don Quijote correr aventuras para mayor gloria de su Dulcinea, a la típica reacción infantil negacionista cuando se le pilla in fraganti cometiendo una fechoría, o sencillamente, a que como dice el estribillo de la canción arriba apuntada “la gente está muy loca” Y más que lo va a estar, de seguir por la senda de un sistema que de continuo envía mensajes contradictorios para trastornar a la población, como bien explica Naomi Klein en su obra “La doctrina del shock”. Sólo nos queda entonces, confiar en la desconcertante conclusión a la que llega Guillermo Borja en su célebre Manifiesto Psicoterapéutico, a saber: que “La locura, lo cura todo”