LQSomos. Mónica Oporto. Junio de 2011.
“La cultura casino de lo instantáneo y lo episódico conlleva el fin de la política como la conocemos. La nuestra es una época de comida rápida, pero también de pensadores rápidos y de oradores rápidos” (Zigmunt Bauman, Ciudad Sitiada).
Esta época de la velocidad, de la inmediatez, donde se llega a la mínima expresión de una idea a través de 140 caracteres, contrasta con los tiempos en que tanto Fidel Castro, Hugo Chávez o el norteamericano Abraham Lincoln mantienen o mantuvieron por horas a su audiencia con sus discursos de campaña. Cada discurso de nuestra Presidenta Cristina Fernández es tan interesante, lleno de datos ciertos y de información amena... en tanto que hay otros políticos que se resisten un mero debate televisivo, como es el caso de Mauricio Macri quien se niega a debatir en un ámbito de jerarquía como es el de la UBA.
Son esos otros políticos que no pueden sobrevivir a una campaña electoral si no es por medio de una frase efectista, o por medio de breves declaraciones que luego se traducen en titulares periodísticos opositores que los amplifican. Un ejemplo es Carrió con sus frases en el monopolio: “la gente en la calle dice los quiero matar” o hablar de “emboscada” y advertir “no vengan” “hay armas”.... aunque más parecen evidenciar un trastorno narcisista y agresivo mas que información "veraz".
Umberto Eco señaló en uno de sus trabajos que quien controlara los medios de comunicación no necesitaría un ejército para voltear o hacer daño a un gobierno. Así, cualquier espasmódica declaración "efectista" de un "político casino" sería utilizada para atacar al gobierno utilizando el respaldo monopólico que, a través de los diversos y numerosos medios amplificaría por repetición cualquier declaración funcional.
Es así que, contando con la "una pequeña ayuda" de dueño del monopolio, no importa demasiado que algún político padezca de frugalidad verbal o de economía de ideas propias, porque la cobertura de los medios y los propios periodistas a sueldo del monopolio establecerían los puentes necesarios para amplificar y repetir al infinito las dos o tres frases aprendidas y vertidas con su escasa posibilidad de palabra.
El establishment, mientras tanto, al lograr que no hablen, evita que se expongan a peder muchos votos. Es decir que el monopolio es el que hace el trabajo por este tipo de candidatos con microcapacidad, que memorizan argumentos y los recitan lóricamente. Saben que si se les hubiera exigido un esfuerzo mental -que no desean ni pueden hacer- se arriesgarían a mostrarse tal cuál son.
Básicamente la situación es que los candidatos de la cultura "casino" no poseen pautas confiables. La estrategia es utilizar la economía de palabras como recurso para disimular el escaso vocabulario y la falta de proyectos. Apelan a frases cortas y vacías de contenido, que prometen mucho sin prometer nada: “vos sos bienvenido” o “venimos bien juntos”. Estas frases apelan a que se confíe pero no explican propuestas. Pero, fundamentalmente, como no están preparados para explicar a dónde "serás bienvenido" o cómo; o con quién o haciendo qué "venimos bien", tampoco permiten la discusión de las "políticas" que van a implementar. POR ESO SE NIEGAN, COMO ES EL CASO DE MACRI, A DEBATIR JUNTO CON LOS DEMÁS CANDIDATOS A JEFE DE GOBIERNO DE LA CIUDAD DE BUENOS AIRES. Macri es, por definición, ejemplo del político "casino".
Para estos "políticos casino", los electores habrían de depositarle su confianza a ciegas.
Terminan siendo como los surfistas: van por la superficie, son superficiales.
Y si "rascamos" un poco esa superficie encontramos que abajo... no hay nada.