2 may 2011

Para unos beatificación, para otros cárcel


LQSomos. Cristina Calandre Hoenigsfeld. Mayo de 2011

 

El caso de dos médicos que ayudaron a personas de los dos lados en la Guerra Civil.

Según podemos leer en la página WEB  “Generalísimo Francisco Franco “se ha solicitado  la “beatificación del Doctor José Gálvez, padre político de los ases de la Aviación Española, Joaquín García Morato y Carlos Haya “.

Promovida dicha beatificación el 13 de Julio del 2006 por el obispo de Málaga, monseñor Antonio Dorado, a instancias de la familia, y posteriormente apoyada por instituciones como la Adoración Nocturna, las Escuelas del Ave María, los Salesianos y el Colegio de médicos de Málaga con las que estuvo relacionado, la propuesta de beatificación se fundamenta en que el Dr. Gálvez:

 1).Tuvo una religiosidad profunda,  que visitaba todos los días a la Virgen de los Salesianos, y todas las tardes al Santísimo.
2). Ejemplar persona dedicada a la Ciencia, creando la Escuela Nacional de Enfermería en Madrid (Centro de Salud de Santa Cristina) y la de Matronas y enfermería en Málaga.
3). Construyó las escuelas del Ave María.

Según testimonio de las nietas, el Dr. José Gálvez, “durante la Guerra Civil  salvó  la vida de malagueños de los dos bandos, escondiéndolos muchas veces en su clínica o pasando muchas horas en la antesala del Gobierno Civil para rogar al gobernador por la vida de los presos”

Actualmente, trece mil folios dan testimonio de su vida,  siendo  analizada por una comisión de teólogos en su vertiente religiosa y por una comisión de historiadores que estudie su vida en el contexto de la época.

Yo a estos últimos, les aconsejo que contextualicen muy bien la actuación del Dr. Gálvez durante la guerra civil, pues se puso del lado de los rebeldes fascistas, y  ponerse del lado de la ilegalidad, es un delito.

Según escribe mi abuelo en 1933, el Dr. Luís Calandre Ibáñez, eminente cardiólogo  y creador de la Escuela de Enfermeras de la Cruz Roja:

“En España,  en ese tiempo, la cuestión de las Escuelas de Enfermeras, estaba lejos de conseguir el nivel de profesionalización europeo.  Lejos de conseguirlo,  las españolas estaban faltas de cultura general de profesional, no sobresaliendo por su finura espiritual  ni la elevación de sus ideales.  Los títulos oficiales eran concedidos por las facultades de medicina, reduciéndose a la expedición de un diploma tras un examen, sin obligar al internado hospitalario.  Las escuelas que venían funcionando como la de Santa Isabel de Hungría, la de la Cruz Roja,  o la  Escuela nacional, no se elegía bien al profesorado entre las mejores enfermeras, ni se seleccionaba a las alumnas a su ingreso y a lo largo de  los estudios”

Para suplir esas deficiencias, e influido por las nuevas corrientes europeas, como  buen institucionista,  el Dr. Calandre, en ese  tiempo Vicepresidente del Comité Central de la Cruz Roja, organizó una Escuela de enfermeras  Hospitalarias en  Madrid  partir de 1933, aprobando nuevos reglamentos, así como estableciendo la obligatoriedad de tres años de internado y ocupándose personalmente de la construcción del edificio, que actualmente sigue en la calle Reina Victoria de Madrid (Junto al Hospital de San José y Santa Adela de la Cruz Roja) impartiendo cursos de enfermería.

  Contrariamente al Dr.  José Gálvez, durante la guerra de  España, Luís Calandre Ibáñez, se mantuvo leal al gobierno legítimo de la  II República,  y por ello fue duramente represaliado por los franquistas. Según consta en su declaración jurada ante el  Juez del Colegio de médicos de Madrid (el Dr. José Luis Rodríguez Candela, miembro del Opus Dei-CSIC), formulada y firmada el 11 de Diciembre de 1939, con motivo de su proceso de depuración profesional :

“En mi actividad profesional privada he atendido por igual a toda clase de pacientes, cualquiera que fuera su condición y situación. He visitado a refugiados en las Embajadas, como a la Condesa de Sta. María de Silsa en la Legación de  Turquía, a D. Antonio Fernández  Bordás director del Conservatorio de Música en la Legación de Rumania, a Don Juan de Selgas en la Embajada de Brasil, a D. Antonio Valero de Bernabé en la prisión de Duque de Sesto, a la viuda de Bugall en la Legación de Guatemala, a la familia del Teniente coronel Dr. Rafael Álvarez Serrano en la Legación de Rumania…”

 A  pesar de todo ello, es condenado por el Colegio de médicos de Madrid con la sanción nº 4, a  no poder ejercer nunca más cargos  públicos y de confianza, así como a no poder ejercer de médico durante 5 años en la provincia de Madrid.

Como él mismo deja por escrito en una carta  que escribe desde la cárcel a su madre Mariana Ibáñez el 16 de Marzo de 1940:

“...Querida madre: ya estará usted informada de  la situación en que me encuentro desde el día 8 de Febrero. Aunque no es cosa nada agradable, no se apene demasiado pues yo lo llevo con  serenidad y paciencia. De salud estoy bien y de ánimo  no mal. Veremos cuanto dura y  si tenemos resistencia económica para sobrellevarlo…”

No satisfechos con dicha depuración, el Colegio de médicos de Madrid,  recurrió la condena absolutoria del Consejo de Guerra sumarísimo  llevado a cabo por la justicia militar  franquista  en 1940, consiguiendo que en un segundo  Consejo de Guerra en 1942, se le condenará por los mismos hechos a 12 años de cárcel, que finalmente se redujeron a 6 y finalmente a libertad vigilada. 

Actualmente he solicitado la anulación de dicho segundo Consejo de Guerra, a la Sala Militar del  Tribunal Supremo,  pues  ya existe un precedente  en otro republicano condenado dos veces por los mismos hechos. Además se deberá revisar la condena y multa que  se le impuso también por el Tribunal de Responsabilidades políticas  en base a su indebida condena militar, en la que se basa.

La conocida como Ley de la memoria histórica,  Ley 52/2007, nos dice que hay que honrar  a los que padecieron injusticias y agravios, y perdieron su libertad al padecer prisión, confiscación de sus bienes, y por otro lado  dicha ley establece que se tiene que evitar toda exaltación de la sublevación militar, de la Guerra Civil  y de la represión franquista.

Por lo que podemos observar, se viene haciendo lo contrarío, pues mientras a un médico  que  se puso del lado  de la sublevación militar, como el Dr. Gálvez, se le propone nada menos que para santo, al Dr. Calandre (que si que era un verdadero santo, pero laico) se le sigue manteniendo en el olvido  y su nombre sigue manchado por esas  ignominiosas condenas, tanto militares como civiles, todavía sin anular.

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