LQSomos. Jon Juanma *. Marzo de 2011
Hay ocasiones en que los niños se van a jugar con los amigos y vuelven a casa llorando. Entonces la madre o el padre les preguntan qué ha pasado. Si los pequeños no son capaces de decírselo, los padres investigan por su cuenta hasta dar con la causa. Algunas veces son las compañías, otras resultan los propios juegos...
Históricamente los mejores entretenimientos infantiles persiguieron el hacer pasar un buen rato a los más pequeños, provocarles sonrisas, animarlos a compartir, aprender, etc.; pero los hay que también consiguen justo lo contrario.
Los malos juegos suelen finalizar con el llanto de un niño (o de varios). Acostumbran a ser crueles y los buenos padres intentarán, una vez descubiertos, que sus hijos no se acerquen más a ellos. Aquí no hay negociación posible, los juegos tienen sus normas y si hacen daño es mejor no volver a jugarlos. No hay diálogo ni reforma posible cuando la regla es golpear al más débil o arrancarles las antenas a los animalitos, jamás se debe volver si no se tolera que la diversión principal sea mofarse del resto de los compañeros.
Actualmente en nuestro mundo, padres y niños, por activa o por pasiva, juegan todos a un juego muy particular donde la mayoría acaba llorando, en el mejor de los casos. Su nombre es capitalismo. Su regla principal se basa en la propiedad privada de unos pocos y la prestada de unos muchos. Jugadores de ficha azul y jugadores de ficha roja. Los segundos, la mayoría que paga por el alquiler, se caracterizan por tener su cabeza y manos para ganarse la vida, pero poco más. El resto de insumos se los deben procurar comprándoselos o alquilándoselos a los ficha azul, que lo tienen todo (tractores, semillas, ordenadores, cemento, herramientas, casas, aviones, etc). De este modo, el salario que reciben los ficha roja después del trabajo volverá a los ficha azul de turno con el suplemento del crédito. En esta espiral de desposesión continua cada vez más fichas rojas se quedan sin ficha: GAME OVER para ellos.
Otra regla muy importante que deben respetar todos los jugadores es la herencia de “los premios”. Esto quiere decir que si pongamos, un jugador de ficha azul, propietario de 327 casas repartidas por el mundo, cuatro islas, una fábrica de armas, 45 constructoras y una red de casinos, decide dejar el juego, automáticamente su hijo se hará con la ficha azul de nuevo. Sin tener que volver a empezar de cero, sin necesidad de poner su ficha en la casilla de salida: llevándose todas las propiedades desde la primera partida. En cambio, si el jugador de ficha roja, que no tiene nada para ganarse la vida excepto su cuerpo, deja el juego, al llegar su hijo, éste heredará junto a la ficha roja de su padre: la nada. Bueno, no exactamente la nada, sino todo su trabajo y quizás alguna deuda.
¿Extraño juego verdad? Pues a ese mismo llevamos participando durante largo tiempo y siempre con la música a todo volumen, repitiendo con estridentes compases lo maravilloso que es y la tremenda suerte que tenemos de estar jugando con él, aunque casi todos los jugadores acaben dañados. Bajemos un poco el volumen, permítame contarle algo...
El capitalismo está en crisis. ¡Vaya novedad!- dirá usted. Bueno, más allá de que siempre lo estuvo allende los mares y de que ahora es cuando algunos europeos están cayendo del guindo del crédito fácil, o más allá de que el centro del sistema económico mundial esté virando lentamente a Oriente, vamos a ver cómo nos afecta y qué tiene de particular esta crisis. 1 Observemos las diferentes vertientes sociales donde se manifiesta:
Crisis económica
Recientemente se dijo que el señor de ficha azul Carlos Slim 2 se convirtió en el hombre más rico del mundo, superando en casi dos millones y medio de veces la riqueza media de un trabajador... pongámosle “español”. 3 Como es imposible imaginarse la diferencia con tanto cero de por medio, vamos a intentar traducirlo a algo más ilustrativo. Ya sabe, “una imagen vale más que mil palabras”. Utilicemos ambas: imagine que usted fuera ese ciudadano corriente y fuese un animal, una hormiga por ejemplo. Haciendo una analogía respecto a la relación aritmética entre la diferencia de riqueza antes mentada y los pesos corporales, el señor Slim de ser otro animal, sería un hipopótamo. 4 La mayoría de las primeras no llegan al gramo, mientras que el segundo suele rondar las dos toneladas y media de peso. Una hormiga y un hipopótamo. Curiosa mezcla, ¿verdad? ¿Los ha visto alguna vez juntos en el hormiguero o quizás compartiendo un plácido baño en la charca? ¿Cómo pueden jugar los dos a un mismo juego sin lastimarse?
Crisis humanitaria:
El Banco Mundial y el FMI, ambos amigos de los hipopótamos, han confirmado recientemente que, en a penas seis meses, 44 millones más de hormigas 5 han sido empobrecidas en el mundo, debido a la especulación de los hipopótamos en las bolsas internacionales (dígale bolsas, dígale charcas). Además, se rumorea que las altas instancias “hipopótamas” planean hacer muchas guerras entre las hormigas de todo el mundo, para vender armas y ampliar sus fortunas ya que con la crisis internacional el tablero del capitalismo se resquebraja. Los de la ficha roja ya no pueden comprarles casi nada, porque no tienen dinero y eso, al final, pasa factura. Aviso para navegantes: los hipopótamos furiosos buscan nuevos hormigueros sobre los que poder mearse y competirán duro por ellos. Han decidido que sobran hormigas en el mundo, de todos los colores y tras todas las banderas.
Así se divierten, no intente comprenderlos, no podrá: no son hormigas.
Crisis política:
¿Realmente hace falta que escriba aquí alguna cosa que el lector no sepa ya? ¿Acaso hace falta hundir más la ahogada imagen de los políticos de nuestro mundo? Por los pocos honrados que quedan no lo haré. Solo una pequeña reflexión: afirman que los políticos son los que mandan en el orbe, en todos los países, en la ONU, en la OTAN, en el G8 pero... no entiendo cómo un político, llamémosle zorro, siguiendo nuestra metáfora animal, por muy zorro que sea, puede competir ante la voluntad de los hipopótamos. Más bien creo que los zorros miran para bajo cuando los hipopótamos hablan, también las zorras, que en política las hay a centenas.
Crisis ética/moral:
Ésta me interesa más, porque es en ella en la que basan su dominación y nuestro dolor. ¿Por qué jugamos hormigas e hipopótamos al mismo juego? ¿Por qué nos dicen que todos somos iguales, hipopótamos y hormigas, todos palomas de la paz con dientes afilados para la guerra? ¿Por qué nos dejamos llamar palomas españolas, indias, francesas, inglesas, venezolanas, australianas, brasileñas, neozelandesas, colombianas, etc., cuando somos simple y llanamente sufridas hormigas? Hormigas diversas, pero muchas veces tan diversas o más entre las fronteras oficializadas que fuera de ellas. ¿Por qué dejamos que existan fichas rojas y azules si los de las rojas siempre acabamos derrotados? Y dije derrotados, pero tanto vale parados, hambrientos, moribundos, violados, torturados, mutilados, asesinados, acribillados o bombardeados. También con el corazón, frecuentemente, destrozado.
Niños
Volviendo al principio, a la infancia, sabemos que los pequeños suelen ser maravillosos. Tienen esa hermosa inocencia, esa bondad e ilusión contagiosa por las pequeñas cosas de la vida que los hacen tan distintos a los adultos. Diferentes a esos padres y madres hastiados del hastío. Exhaustos de transitar por las casillas donde les toca (mal) vivir en el tablero capitalista, donde apenas transitan desplazados mediante cinta transportadora, como en una cadena de montaje cualquiera, directamente hacia el cementerio industrial. Sin apenas tiempo para poder rozarse los labios con un beso, contar cuentos a sus hijos o compartir un atardecer con los amigos. Sin suficientes horas, minutos ni segundos para decir un “te quiero” con tantos “te quiero” por regalar. Sin tiempo ni vida con la que ser personas. Pero ahí están los niños que nos recuerdan, a veces con irreverente impertinencia, con su sola presencia, que los adultos podríamos ser diferentes, que podríamos ser mejores, que el futuro no tiene porque ser tan gris como nuestro malherido presente.
En contraste con lo anterior, hay pocas cosas tan molestas como ver a un adulto comportarse falsamente como un niño. Nos resulta doblemente impertinente porque juega a mofarse de algo tan puro como la esperanza de la infancia, a la vez que significa, de algún modo, que es un adulto que sigue llevando pañales. Y ver a un adulto regocijándose de cagarse encima y llevar biberón es, cuanto menos, grotesco. Para los niños y para los mayores.
Pues “niños” somos, políticamente hablando, la gran mayoría de los adultos de este mundo. Y al igual que los primeros siguen errando y llorando cuando juegan a un juego que les hace daño, nosotros seguimos inmersos en el capitalismo, rompiéndonos la crisma contra sus múltiples muros, sin “padres” a la vista para salvarnos del macabro invento. Nos caemos y volvemos a jugar, perdemos la cabeza y continuamos sonriendo, nos corta las manos y seguimos aplaudiendo, se empeña en matarnos y continuamos agradeciéndoselo. ¿Hasta cuándo?
Reptiles gigantes
Los dinosaurios desaparecieron hace 65 millones de años aproximadamente. Se desconoce la causa exacta: un enorme asteroide gigante, múltiples colisiones de la nube de Oort, cambios climáticos abruptos, etc.; pero el caso es que fuese cual fuese la misma, los dinosaurios no tuvieron arte ni parte. Cualquier razón de su fulminante adiós al planeta Tierra no dependió de sus acciones. Fue un motivo exógeno.
En cambio nosotros, a diferencia de los dinosaurios, hemos elaborado al cabo de milenios una avanzada cultura, que nos hace diferentes del resto de animales. Una sabiduría que heredamos como regalo, fruto del esfuerzo colectivo, generación tras generación. Una cultura capaz de lo mejor y lo peor. La misma incluye desde las nanas que cantan las madres a sus hijos hasta las baladas que entonan los enamorados. También tenemos la imprenta, la física cuántica, la biología, la medicina o la pintura al óleo, el piano y la guitarra eléctrica, el Kamasutra y el jazz, la red y la Wikipedia. Pero esa cultura mundial también nos trajo la mentira, la tortura, las balas huecas, la guerra bacteriológica o la bomba atómica.
Ya han visto lo ocurrido estos días en Japón. El desastre radioactivo derivado no de catástrofes naturales, que siempre las hubo, sino de la avaricia de unos pocos, espoleada por el motor del sistema: la búsqueda del máximo beneficio al mínimo coste, que produce la tecnología del máximo peligro bajo la mínima responsabilidad. Ahora ya no está la URSS y su cacareado Chernóbil. Ya no hay excusas. Esto es 100% capitalismo y capitalismo desarrollado “mire usted”. En un mundo donde los ficha azul sigan mandando, esta energía letal para casi todos seguirá produciéndose porque es barata y los hipopótamos seguirán negándose a hacer inversión en renovables si controlan el poder político. Las centrales se pondrán al lado de nuestros hormigueros, no de sus charcas. Si continuamos jugando a su juego nada bueno nos aguarda. Nada que no lleve el epíteto de “radioactivo”.
¿Y entonces qué?
Comencemos la migración masiva de los fichas rojas. Dejemos este estúpido juego. Basta con cambiar el tablero, empiece por su propia mente. Comience repitiendo frente al espejo que podemos hacer mucho, que cree en el futuro de la humanidad. No le pido que crea en el presente, me basta con que confíe en que podemos tener futuro. Me basta con que quiera y amerite para que lo tengamos. Inspire esperanza de todo lo bueno que ya hemos conseguido. Recuerde que una hormiga es capaz de levantar un peso 50 veces superior a su cuerpo. Anteriormente hablamos de los 2 millones y medio de veces que separan al peso del hipopótamo mayor del de una hormiga de un hormiguero en declive, ¿sabe cuánta población con fichas rojas hay en el mundo? ¿Sabe cuántos hormigueros? ¿Cuántos hipopótamos no se transformarían en hormigas si éstas decidieran unirse contra su macabro juego? Con razón los hipopótamos se asustan al mínimo ruido que escuchan debajo del suelo que pisan. Están atemorizados porque saben perfectamente lo que nos hacen, saben que nos aplastan día a día y cuántos somos. Por esa razón se toman tantas molestias en confundirnos, en dividirnos y luego unirnos hasta hacernos creer, desorientados, que somos todos palomas pacíficas chifladas por las guerras. ¿Se da cuenta?
En esta ineludible coyuntura histórica en la que estamos inmersos, que día a día se acerca más al final de una (buena) película de Hollywood, tenemos básicamente dos opciones: podemos seguir siendo niños con armas de mayores y acabar como los dinosaurios, o podemos crecer de una vez siendo adultos y protegiendo a nuestros niños.
Protéjalos y ámelos, y con ellos nuestro futuro. Siembre de sentido el presente, su vida y la mía. Comencemos diciendo no al capitalismo, continuemos diciendo sí a la vida. El socialismo y la democracia quizás nos aguarden a la vuelta de la esquina; pero no les hagamos esperar mucho, pues quizás, aburridos, acaben por marcharse para siempre.
No olvide que las mejores frutas del árbol lo son en su justo momento, pero hay que estar allí para cogerlas o dejarán de serlo. Y antes: labrar y sembrar, proteger y cultivar, regar y tener fe en que será tiempo de recolecta antes que nos alcance la tormenta. Las nubes están cerca. No es verdad que el futuro esté escrito.
Palabra de hormiga.
* Jon Juanma es el seudónimo de Jon E. Illescas Martínez.
Este artículo fue finalizado el 28 de marzo de 2011.
Notas:
1. En la lengua china ( 汉语 ) el concepto “crisis” significa tanto peligro ( 危机 ) [wēi jī] como oportunidad ( 机会 ) [jī huì], al compartir el carácter de ( 机 ) [jī] que por sí solo en una de sus acepciones se traduce por “oportunidad”. Por tanto la formación de su palabra “crisis”, contiene tanto la tesis como la antítesis del propio fenómeno social. Un significado distinto al que casi todo el mundo le otorga en la cultura “occidental”. Quizás, en este sentido, deberíamos aprender de ellos: en cada “crisis” tenemos la “oportunidad” de mejorar. Dependerá de nosotros.
2. Carlos Slim, activos según Forbes: 74.500.000.000 de dólares (Ver: http://www.guardian.co.uk/world/2011/mar/09/carlos-slim-tops-forbes-rich-list ).
3. En contraste, el ingreso medio anual de un ciudadano español es de 21.500 de euros. (Ver: http://www.cincodias.com/articulo/economia/salario-medio-Espana-21500-euros-brutos-ano-mitad-Reino-Unido-Holanda-Alemania/20100118cdscdseco_5/ ). “Español” se halla entre comillas debido a que el autor del presente texto no cree en las naciones, menos en los estados. Ambos son parte, en este momento de la historia mundial, del engranaje global de la mentira capitalista. Aquel que convierte a opresores y oprimidos en falsas palomas de la paz, impacientes de volar hacia la guerra. Los hipopótamos creen en los hipopótamos y las hormigas, pero no en las palomas guerreras. ¿Por qué razón deberíamos creer en ellas las hormigas? Las charcas de los hipopótamos, que sepamos, no respetan ninguna frontera.
4. Nos referimos al hipopótamo común (hipopotamus amphibius), ya que la otra especie, el hipopótamo pigmeo, es prácticamente igual de alto, pero de una longitud y peso mucho menor, no soliendo superar los 400kg. Aquí podemos ver imágenes del primero, juzgen ustedes si la metáfora empleada ha sido o no acertada: http://animaldiversity.ummz.umich.edu/site/accounts/pictures/Hippopotamus_amphibius.html
* Cuadro del artículo de Pieter Brueghel El Viejo, uno de los grandes pintores flamencos del siglo XVI, es autor de obras tan famosas como 'La Torre de Babel' o 'El Triunfo de la Muerte'. Pero hay una, quizá menos conocida, que tiene un gran valor documental. Se llama 'Juegos de niños' y muestra, con la representación de al menos 84 juegos, cómo se divertían los pequeños hace casi 500 años