LQSomos. Antoni Puig Solé. Marzo de 2011.
Los barcos militares norteamericanos están cerca de Libia. Alegan razones humanitarias mientras los medios de comunicación muestran miles y miles de trabajadores extranjeros que huyen del conflicto y nos “informan” de una manera poco contrastada sobre lo que está ocurriendo en el interior del país.
Una gran parte de los trabajadores que huyen son originales de países africanos. También hay muchos de asiáticos. En cambio, hay pocos de los llamados países occidentales.
India, China y otras naciones han enviado barcos, ferrys y aviones para socorrer sus ciudadanos. Esta sí que es una misión humanitaria. En cambio, la flota guerrera norteamericana y las flotas aliadas menores que la acompañan tienen otra misión que no descarta la agresión militar.
Cuando hay conflictos armados en países con importantes reservas de petróleo y gas o situados en lugares estratégicos, EE.UU. y sus aliados “se ofrecen” para prestar “desinteresadamente” “ayuda humanitaria” y “exportar la democracia”.
Ahora Libia se ha dividido y la situación puede ser catalogada como de guerra civil. Los ciudadanos del Estado español sabemos bien que, en los conflictos de este tipo, las intervenciones militares directas de potencias extranjeras acostumbran a ser catastróficas. Precisamente el primero gran precedente de intervención armada foránea en una guerra civil lo vivimos aquí a finales de los años 30 con el bombardeo alemán sobre Gernika.
También hubieron otros precedentes de intervención extranjera (de EE.UU. en este caso) en Cuba y Filipinas cuando eran colonias españolas. La excusa entonces fue ayudar a los sublevados contra la opresión colonial. Pero al final los EE.UU. aprovecharon la superioridad militar para sustituir la dominación colonial española e imponer su propia dominación colonial.
Más allá de las enseñanzas que se derivan de estos precedentes históricos, lo que sí que se podría y se debería hacer en este conflicto es averiguar quién ha llenado Libia (y otros países Africanos) de armas y exigirle responsabilidades.
Viendo el desenlace bélico del conflicto, también se necesita una actuación humanitaria para socorrer a los refugiados de guerra.
Y en tercer lugar, hay que contemplar la posibilidad de mediación, siempre que las partes lo acepten, para evitar un baño de sangre fratricida
Pero nada de esto se logrará con los barcos de guerra cargados de aviones y bombas o con otras formas de presión claramente selectivas y discriminatorias que lo único que hacen es complicar más la situación y expandir la hegemonía del EE.UU.
Una gran parte de los trabajadores que huyen son originales de países africanos. También hay muchos de asiáticos. En cambio, hay pocos de los llamados países occidentales.
India, China y otras naciones han enviado barcos, ferrys y aviones para socorrer sus ciudadanos. Esta sí que es una misión humanitaria. En cambio, la flota guerrera norteamericana y las flotas aliadas menores que la acompañan tienen otra misión que no descarta la agresión militar.
Cuando hay conflictos armados en países con importantes reservas de petróleo y gas o situados en lugares estratégicos, EE.UU. y sus aliados “se ofrecen” para prestar “desinteresadamente” “ayuda humanitaria” y “exportar la democracia”.
Ahora Libia se ha dividido y la situación puede ser catalogada como de guerra civil. Los ciudadanos del Estado español sabemos bien que, en los conflictos de este tipo, las intervenciones militares directas de potencias extranjeras acostumbran a ser catastróficas. Precisamente el primero gran precedente de intervención armada foránea en una guerra civil lo vivimos aquí a finales de los años 30 con el bombardeo alemán sobre Gernika.
También hubieron otros precedentes de intervención extranjera (de EE.UU. en este caso) en Cuba y Filipinas cuando eran colonias españolas. La excusa entonces fue ayudar a los sublevados contra la opresión colonial. Pero al final los EE.UU. aprovecharon la superioridad militar para sustituir la dominación colonial española e imponer su propia dominación colonial.
Más allá de las enseñanzas que se derivan de estos precedentes históricos, lo que sí que se podría y se debería hacer en este conflicto es averiguar quién ha llenado Libia (y otros países Africanos) de armas y exigirle responsabilidades.
Viendo el desenlace bélico del conflicto, también se necesita una actuación humanitaria para socorrer a los refugiados de guerra.
Y en tercer lugar, hay que contemplar la posibilidad de mediación, siempre que las partes lo acepten, para evitar un baño de sangre fratricida
Pero nada de esto se logrará con los barcos de guerra cargados de aviones y bombas o con otras formas de presión claramente selectivas y discriminatorias que lo único que hacen es complicar más la situación y expandir la hegemonía del EE.UU.