LQSomos. Yuli Castro. Marzo de 2011.
Un líder de opinión muy importante en el país, la otra mañana, anunció en un medio informativo: “Nueva amenaza de tsunami en Japón, pero no hay por qué alarmarse: sólo afectará allá, a nosotros no nos pasará nada, mantengan la calma.” Me quedé perpleja.
¿Cómo puede decir que no nos preocupemos, que eso es cosa de otro país? Mundo sólo hay uno y aunque suene cursi, todos estamos emparentados. Somos hermanos habitantes de un mismo planeta, responsables todos de lo que le ocurra a nuestra casa, y es absurdo pensar que lo que sucede en otra parte del mundo no desencadenará otro tipo de secuelas para los demás. Es el efecto mariposa y no podemos cerrar los ojos ante esta realidad.
Pero sucede. Los ojos de la gran mayoría están cerrados. Mientras en aquel país asiático se vive la peor catástrofe de su historia, los que estamos a 11296.72 kilómetros de distancia de la hecatombe estamos siendo inmunes, como si no estuviéramos dimensionando la magnitud de la tragedia.
Tengo la impresión de que el precio que pagamos por vivir en un mundo globalizado y tecnificado es la indiferencia. Hemos perdido por completo la capacidad de asombro, para bien o para mal.
Tenemos al alcance de nuestras manos todo tipo de información en el instante mismo en que se genera. Es algo ya habitual. El uso de las redes sociales ha hecho que tengamos imágenes y testimonios de los acontecimientos internacionales en el acto.
Y en respuesta, en un acto casi reflejo, el mundo se dice consternado, teje cadenas de apoyo poniendo banderitas rojiblancas en sus teléfonos celulares, fondos de escritorio o en sus imágenes de mensajería instantánea, pero al minuto siguiente se olvida de todo. Al minuto siguiente el tema actual, el de moda, es una telenovela, un gol o el romance de un cantante famoso. Hasta parece que uno se sienta sobre las ruinas de Minamisanriku a beber una cerveza con los amigos de los jueves o sobre el cadáver de un niño ahogado para platicar de las tendencias de la moda para esta primavera-verano 2011.
Así de efímera y frívola es nuestra preocupación y nuestra solidaridad con la desgracia “aparentemente” ajena.
* Vocablo maya que significa “yo soy otro tú”.
** Yuli Castro, desde México, historiadora, restauradora de arte y escritora.