LQSomos. Fernando Buen Abad*. Marzo de 2011.
El capitalismo, sus “Leyes” y sus abogados.
La "abogacía" como mercado de ladrones.
No todos (desde luego) pero si muchos “abogados” (demasiados) ingresan, cursan y se gradúan cargando bajo el brazo su cajita de ilusiones mercenarias. Y se hacen pasar por “buenos muchachos” esos tránsfugas traficantes del dolor con moral de buitre especializada en saquear sin pudor a cuanto “inocente” (o culpable) caiga en sus garras. Vestidos como empresarios junior, o como empleados bancarios, sellan sus rostros con muecas de solemnidad falsa prefabricada con hipocresía y se regodean en una fanfarronada lenguaraz y estereotipada a la que llaman “litigio”. Se les entrena universitariamente para lucir su mediocridad apabullante y para hacerse pasar por adalides del “Derecho”. No todos, es verdad, pero...
En sus esquizofrenias desfachatadas el capitalismo promulga sus Constituciones, leyes, reglamentos... plagados con “buenos deseos” incumplidos hasta la nausea y los abogados se forjan como payasos de una retórica cínica que acepta la injusticia como “calamidad del ser humano” y se disponen a negociar (con título universitario) cualquier cosa a cambio de llevarse tajadas jugosas del dinero ajeno. Legalmente, dicen. Juegan con el miedo y el dolor bajo la norma impúdica de la oferta y la demanda de cohechos. Se acomodan socarronamente en un ángulo rentable de la geometría de la corrupción y se ungen “castos” y “corderos”.
El capitalismo es un estado de injusticia permanente que obliga a la clase trabajadora (es decir ala mayoría de los seres humanos) a someterse a cualquier oferta salarial explotadora con cualquier tipo de condiciones indignas. Bajo el capitalismo prevalecen las leyes de la selva aunque se invoque al “orden” y al “progreso” Por definición el capitalismo es hostil al intento de construir racionalmente una sociedad mas humana y mas justa. En sus esquizofrenias esenciales la sociedad burguesa desarrolló “bases jurídicas” para apuntalar teóricamente un aparato jurídico y político siempre de doble moral como el derecho a la salud, a la educación, al trabajo, a la seguridad social, a la alimentación, la vivienda, etc., en fin derechos elementales, derecho al voto, a la palabra, a la protesta, a la reunión, el libre movimiento... nada se respeta. Ni el invento del Estado de Derecho ha servido a la burguesía para esconder sus resultados criminales.
El hambre es un crimen, la pobreza es un crimen, la insalubridad es un crimen, la ignorancia es un crimen...
¿Qué abogado persigue semejantes delitos?
Muy pocos. Abunda la mediocridad y la fanfarronería. Suelen ser incultos y desinformados. Sus mayores galardones devienen de su trapecismo burocrático, de su habilidad para moverse y contonearse en salas de audiencias, careos y ventanillas de declaración desde donde se tortura, física y mentalmente, a una inmensa cantidad de inocentes encarcelados, principalmente por ser pobres. La Justicia es uno de los enemigos más odiados del capitalismo.
De qué “Justicia” hablan los leguleyos en un mundo sumergido en la miseria, el desempleo, la falta de educación de vivienda y de alimentos... de qué “Justicia” hablan quines ven en cada persona un cliente potencial al que se puede extorsionar y desfalcar a punta de picana psicológica entre terminologías obtusas, decadentes y clasistas. De qué “Justicia” hablan los abogados burgueses que desde una concupiscencia prostibularia profesan la genufelxia más aberrante a cambio de dinero, cargos y lisonjas mientras se pudren en las cárceles seres humanos hacinados en la mugre, la miseria, la degradación y la barbarie... de qué Justicia hablan los señoritos (y señoritas) abo-gángsters con sus sueños de “jurisconsulto” empresario (como los que están de moda en la “tele”). De qué “Justicia” hablan si se educan, algunos, para ser lebreles de las oligarquías; otros, demagogos de las academias... unos más cuentapropistas del chantaje legaloide con despacho privado. ¿Dé qué Justicia hablan?
“Señor licenciado” gustan de llamarse para sentirse ataviados moralmente con un membrete que los licencia para el abuso consuetudinario. Hay que escuchar a los reos que, por miles y miles, viven diariamente el desamparo de las leyes y el abandono jurídico. Hay que escuchar a los presos tras esas rejas y en esas cloacas inhumanas y sobrepobladas, escuchar su resumen sobre el papel de los abogados que, sólo para comenzar, se vuelven buitres exigentes de dinero a todas horas... no son todos pero abundan los corruptos. Hay que ver de qué es ese negocio nauseabundo, quiénes medran de esa inmundicia “legal” y política, qué son las cárceles donde la inoperancia de los abogados (siempre con excepciones muy contadas) es tan sospechosa como rentable.
Las cárceles y los juzgados son espejo del capitalismo. En ellos se refleja de cuerpo entero la verdad de un sistema traidor a la humanidad y servil a la barbarie. Y los abogados, entre mil cosas, son intermediarios comerciantes en ese diálogo del espejo donde cada cárcel expresa los contubernios y las degeneraciones burguesas más atroces disfrazadas con saliva de legalidad y con palabrería jurídica. No hay muchos abogados solidarios militando por la justicia en los hospitales públicos para defender elderecho a la salud de millones que, aun pagando impuestos, no tienen cobertura médica necesaria... no están los abogados entregados a defender la dignidad del trabajo en todas sus esferas, no están los abogados defendiendo con pasión el derechoinalienable a la educación pública y gratuita, no están en las calles ni en las organizaciones sociales volcándose en masa a defender el derecho humano a la rebeldía y a la revolución contra toda fuente de malignidad capitalista originadora de la miseria, la barbarie y la degradación de los seres humanos. No están los abogados, no brillan por su presencia, no son los profesionales más empeñados y comprometidos con la Justicia en su sentido más humanista, más socialista.... ¿en dónde están entonces, si son millones y millones en todo el planeta... si es una de las profesiones más saturadas? ¿Dónde andan, en qué sueño mercenario anidan sus ansias de corrupción, de degeneración del Derecho y del asesinato de la Justicia? ¿Dónde andan que no están todos defendiendo a la humanidad contra las tropelías de los creadores de esta crisis monstruosa y avasallante que nos ahoga a estas horas? ¿Dónde?
La Revolución no se detiene en las puertas de las fábricas ni en las puertas de las cortes. Al panorama anárquico de la teoría y la práctica jurídica le hace falta, urgente, una Revolución en sintonía con las mejores luchas socialistas de la humanidad, le hace falta Justicia, Justicia Social, le hace falta intervención directa de las fuerzas sociales revolucionarias para romper el cerco prebendarlo que tiene secuestradas las leyes y sus códigos, los trabajadores honestos de la jurisprudencia, los pueblos, todos, victimados por las injusticias más atroces y más impunes. Nos hace falta sacudirnos la palabrería hipócrita que se regodea usando la palabra Justicia sólo para traicionarla en la práctica. Nos hace falta un programa revolucionario de los abogados que no se entregan a los banqueros, los terratenientes ni las burocracias. Ignorar la miseria y la barbarie es “abandono de personas”. El servilismo a los explotadores es un delito.
Filosofía del Derecho II
Las cloacas judiciales y el silencio de los complacientes.
Cuando callarse resulta buen negocio.
Hay cientos de pretextos para que muchos abogados, que incluso se creen y se dicen honestos, se queden callados ante la monstruosidad jurídica que ha dejado el capitalismo con su ser esencialmente corrupto. El repertorio de las excusas oscila entre el “buen gusto” burgués que significa -para ellos- ser “silencioso”; la actitud “políticamente correcta” de ser “mesurado en la opinión” y la realidad patética de ser licenciado silenciado. Les guste o no. Razones del poder y del dinero. “No hay derecho, joven”... decía Cantinflas.
Más nos vale, por método y honor, poner a salvo a todos aquellos abogados que dignifican las tareas de la Justicia que, dicho sea, no la dignifican porque se queden “mudos” sino por levantar su voz fuerte y erudita para combatir las ineficiencias, las corruptelas y las malignidades del capitalismo en todas sus escalas y modalidades judiciales. Desde las aulas hasta las jaulas.
Ya bastante injusto es que la Justicia este plagada por no pocos mediocres mercachifles. Ya bastante injusto es el rezago degenerado de los juzgados y de las leyes. Ya bastante injusta, e inclemente, es la moraleja obscena de que las “leyes son para los pobres”. Encima hay en abundancia abogados que son incapaces de denunciar las canalladas que presencian, y no pocos protagonizan, a cada día y a cada rato. Mudos funcionales que, calladitos, se hacen parásitos, a diestra y siniestra, contra la economía de sus clientes-victima. Mudos convenencieros que hablan bajito cuando conviene, en los rincones y en lo oscurito, mientras afilan sus dentaduras roedoras antes de salir a la palestra de los cohechos y las componendas. Los hay a mares.
¿Es muy duro decirles esto? ¿Queda mal denunciarlo? ¿Es poco “filosófico”, poco “elegante” o poco “académico”? Quizá, pero es mucho peor el muladar horrendo que prohíjan los “silenciosos” por obra y gracia de un tráfico de intereses donde el negocio es lucrar, calladitos, con la libertad de las personas, con su dignidad y con la de familias enteras. Muchas absolutamente inocentes. A muchos les resulta más ganancia silenciar la crítica, propia y ajena, para no “molestar” al juez. A muchos resulta más rentable callarse ante la arrogancia, la ignorancia o la petulancia de la autoridad judicial, a no pocos les arriendan mejor los acomodos por quedarse mudos y “hacer la vista gorda”, la lengua gorda y las orejas gordas porque se trata de sacar tajadas grandes del bolsillo ajeno. Algunos, calladitos, lo presumen como logro moral y corren al banco a acariciar sus cuentas. Silenciosos. Con títulos legalizados.
Se trata de un silencio pantanoso en el que se hunde la Justicia. Un hábito de cloacas en el que se silencia la ignominia, el atropello, la corrupción, la tranza, el tráfico de influencias. Unas moneditas, pocas o muchas, lavan la lengua de no pocos leguleyos mientras se pudren en las cárceles los condenados a soltar dinero para darle voz a los que comercian con el silencio. Paradoja aberrante en la lógica de los cuerpos jurídicos burgueses. Fascinación grotesca de las leyes no escritas con que se norman conductas degradantes y retrogradas en manos de los que se dicen abogados. Traición burguesa con moral de mercachifles que miran a otro lado cuando se trata de denunciar, cuando deberían denunciar a toda voz y a los cuatro vientos los atropellos más versátiles, los abusos más irritantes, injusticias más monstruosas y torturas de todo género que ocurren y abundan a diario en las cloacas judiciales de las leyes burguesas. Y algunos dicen que uno exagera.
No vendría mal que los congresos de abogados, donde algunos alzan su voz señorial y jactanciosa, se hicieran en las cárceles con los presos como testigos de calidad. Que acudieran los doctores y los ilustrados con sus trajes caros y sus autos lujosos, a comparecer ante la obscenidad insostenible de las celdas sobrepoblados, el olor a orines y la humillación de las personas. Que vinieran los señorones y sus discípulos a deliberar sus sofismas y disquisiciones, sus tropelías “lógicas” y corruptelas sesudas, frente a la masa de reos, procesados y sentenciados, previamente exprimidos hasta la nausea, en su patrimonio y en su espíritu. Vendría bien que, los abogados, hicieran sus congresos en las cárceles y no pocos de ellos se quedaran dentro. Que opinen los presos.
Veremos la Justicia cuando no haya división se clases sociales, cuando haya un reparto equitativo del trabajo, de la riqueza y de los bienes... y cuando la humanidad se emancipe. La idea burguesa de Justicia es ilusionismo legaloide para camuflar las trapacerías de la clase explotadora. No hay atenuantes. La historia de la humanidad tiene en los rezagos judiciales, de todo el mundo, una fuente de horrores que sólo podrá superarse con la supresión democrática del capitalismo, con una movilización política y socialista, desde la bases de los pueblos, contra un negocio horrendo disfrazado de “justicia” que ha enriquecido miles de abogados impunemente y a fuerza de vejaciones infinitas. Hay que abrir las cuentas de los abogados, sus chequeras, sus inversiones y sus libros contables ocultos. Y devolvérselo a las víctimas. Eso sería justo.
Habría que hacer auditoria a las conductas de los abogados, conocer cuántas veces han denunciado las transas de los jueces y sus séquitos, cuándo y cómo levantaron su voz, plena de Justicia, para no callar los arreglos y las componendas de algunos amigotes y compadres. Ver, donde existan, sus luchas contra las burocracias y las sectas, contra la miseria demoledora de la vida en las cárceles, a favor de las luchas por los derechos humanos de los reos y sus familias y el combate contra los expedientes arrumbados en limbo del cohecho. Verlos alzar la voz, indignados, por la degradación burguesa legitimada con leyes tramposas, oírlos levantar el timbre y el tono, no quedase callados a favor de las injusticias. Verlos y oírlos. Hacer que los “mudos” tomen la palabra. Dejar que todas sus víctimas hablen también. ¿Alguien se opone? Hay silencios que matan.
* Universidad de la Filosofía