16 feb 2011

Otra crisis alimentaria y al “Dios mercado” no hay quién le tosa

LQSomos. Vicent Boix*. Febrero de 2011.

3 de febrero. Comunicado de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO): El “Índice para los Precios de los Alimentos” batió un nuevo record histórico en enero de 2011. Por primera vez se situó en los 231 puntos de promedio[i] cuando antes de 2007 nunca rebasó los 120.[ii]

Estos datos, como es lógico, han encendido las alarmas ante otra posible crisis alimentaria, aunque conviene resaltar y subrayar que no se trata de una crisis por escasez de alimentos porque incluso en los años de déficit se cubre la demanda con las reservas, que luego, en épocas de buenas cosechas se recuperan para afrontar nuevamente los periodos de vacas flacas. El problema real es que, llenar los estómagos se ha dejado en manos del mercado y de su “lógica”, y en una de sus piruetas, se ha originado una nueva subida vertiginosa de los precios de los alimentos que dificulta el acceso a ellos. El motivo del ascenso, mayoritariamente se achaca a la volatilidad de los precios y a un desequilibrio por una mayor demanda y una menor oferta.

La reducción puntual de la oferta estalló en Rusia por las malas cosechas de trigo debido a las sequías y propiciaron el cese de sus exportaciones. Otros estados como Ucrania y Canadá también sufrieron disminuciones y restricciones, por eso, ya durante el verano de 2010, en la bolsa de futuros de Chicago el trigo sufría un incremento de precio del 60-80%. Desde entonces la tendencia alcista en los mercados se ha disparado y propagado a otros alimentos. El informe “Perspectivas Alimentarias” que elabora semestralmente la FAO, en su última edición (noviembre de 2010) auguraba para este año una disminución del 2% en la producción de alimentos. Luego, Estados Unidos, Europa, Argentina y Australia anunciaron cosechas menores a las previstas. Otros hechos recientes como el ciclón en Australia, el temor de que la inestabilidad en ciertos países árabes propicie alzas en los combustibles, los cultivos arrasados por las recientes tormentas e inundaciones en varias naciones de la África austral o la alerta por sequía en el norte de China -emitida por la FAO mientras se escribe este artículo, echan más leña al fuego generando temor en los mercados y en la sociedad.

Cada vez parece más claro que algunos de estos sucesos podrían tener su epicentro en la endémica crisis ecológica. Lester Brown, fundador del “Worldwatch Institute”, escribía un artículo en la revista “Foreign Policy” en el que vinculaba una menor productividad a la erosión del suelo, el agotamiento de los acuíferos, la pérdida de tierras agrícolas, el desvío de agua de riego a las ciudades, el estancamiento de los rendimientos de los cultivos en países avanzados y a eventos relacionados con el cambio climático como las olas de calor y las sequías.[iii]

Todo ello redunda en una menor oferta mientras la demanda crece, al parecer, por un mayor consumo de alimentos a nivel mundial y por un incremento en el uso de los  agrocombustibles. Por lo tanto y aplicando la “lógica” del mercado, los precios están ascendiendo rápidamente amenazando la seguridad alimentaria de millones de personas. Pero aún así, la contradicción es clara, porque si no existe un peligro real de escasez ¿cómo es posible que los mercados actúen desesperadamente como si existiese?

Tal vez el meollo de la cuestión estribe en que la “lógica” del mercado es bastante peculiar y más cuando manos ocultas mecen la cuna de la alimentación. Alguna x se puede despejar al ver la siguiente tabla, que proporciona datos sobre los cereales por constituir nuestra base dietética y porque propiciaron la escalada de precios actual.


2000-2001
2003-2004
2007-2008
2010-2011*
Producción Mundial
(millones  toneladas)
1863,6
1883
2131,8
2216,4
Utilización Mundial
(millones  toneladas)
1896,4
1955,6
2120,2
2253,8
Diferencia
 (millones toneladas)
-32,8
-72,6
11,6
-37,4
Reservas
(millones toneladas)
610
420
444,6
512,5
Índice de la FAO para el Precio de los Alimentos
93
(2001)
112
(2004)
185
(2008)
231
(Enero 2011)
Desnutrición
(millones de personas)
833
840
910 (2008)
1025 (2009)**
-
Fuente: Confeccionada con datos FAO.[iv] (*) Previsión. (**) Valor condicionado por la crisis de precios de 2007-2008.

Como se observa, no ha existido riesgo de escasez en la última década y las reservas existentes para 2011 garantizan comida incluso con un déficit 13 veces mayor al actual, cuantificado en 37,4 millones de toneladas. No obstante, la conclusión más llamativa y sorprendente es la inexistente relación aparente entre la cantidad real de cereales y los precios según el índice de la FAO. El periodo 2003-2004 fue el que tuvo un mayor déficit y unas reservas menores, pero los precios fueron más bajos que desde 2007. Incluso en 2008-2009 (no aparece en la tabla) que la producción fue mucho mayor que la utilización permitiendo que ascendieran las reservas, el índice de precio de los alimentos de la FAO estuvo por encima de periodos de mayor “escasez” como en 2000-2004. Otra conclusión es que la desnutrición, proporcionalmente guarda más relación con los precios que con los volúmenes de cereales. Hay más hambre por la crisis de precios de 2007-2009 que en 2003-2004 cuando hay disponibles menos cereales.

Rarezas similares acaecen también con el azúcar, que ha sido el alimento más golpeado por la subida de precios provocando racionamientos en Portugal y protestas en países como Bolivia o Argelia. Una vez más se habla de cosechas mermadas, pero la FAO estima para 2011 un aumento de un 7,75% en la producción, lo que permitirá superar la demanda por primera vez en tres años.[v] Otros relacionan el alza de precios con la reducción, respecto a la campaña anterior, del contingente de azúcar destinado a la exportación. Sin embargo esa reducción -de 2,7 millones de toneladas- supone el 1,6% de la producción total mundial, por tanto ¿Puede explicar los espectaculares y prohibitivos incrementos de los precios del azúcar?

No hay duda de que los recovecos del “Dios mercado” son insondables, pero aún así, estos embrollos mercantiles tienen explicaciones más profanas como se vislumbra en ciertos párrafos de una Resolución aprobada por el Parlamento Europeo el pasado 18 de enero: “…estos acontecimientos están sólo en parte provocados por principios básicos del mercado como la oferta y la demanda y que en buena medida son consecuencia de la especulación (…) los movimientos especulativos son responsables de casi el 50 % de los recientes aumentos de precios…”. En la misma resolución la Eurocámara también respaldaba “…las conclusiones del Relator Especial de las Naciones Unidas para el Derecho a la Alimentación en relación con el papel que juegan los grandes inversores institucionales, como por ejemplo los fondos de alto riesgo, los fondos de pensiones y los bancos de inversiones -todos ellos por lo general sin interés alguno en los mercados agrícolas-, influyendo en los índices de precios de las materias primas con sus movimientos en los mercados de derivados”.[1]

En un tema determinante como el agroalimentario, el Parlamento Europeo, aparte de repudiar la especulación, también remarcaba aspectos tan urgentes como el de la equidad en la cadena de suministro y la incorporación de jóvenes a la agricultura. Es curioso, por tanto, que se desvíe la atención de los problemas principales, aunque no extraño si se tienen en cuenta los intereses creados. Incluso la FAO, antes de la escalada de precios actual, veía con buenos ojos a los especuladores y decía que intervenir el mercado “… podría alejar a los especuladores y esto disminuiría la liquidez disponible en el mercado para garantizar su cobertura”.[2] El tiempo dejó en mal sitio a este organismo porque la volatilidad provocada por maniobras especulativas ha obligado a los países pobres a gastar entre un 11-20% más de capital para importar alimentos y la factura mundial podría superar el billón de dólares.[3]

Aunque la oscilación entre oferta y demanda no es el principal motivo en esta crisis de precios, sí que incide para cubrir la dotación de algunos estados que dependen de ciertas importaciones. En esa dirección se afirma una y otra vez, que cosechas peores contrajeron la oferta y la demanda subió porque creció el consumo humano de alimento y el consumo vehicular de combustible. Generalmente, se tiende a equiparar ambos aumentos aunque injustamente. Se dice, por ejemplo, que trepó el consumo de carne per cápita. Y es cierto, porque entre 2005-2010 ascendió en 2,3 kg/año por persona. Teniendo en cuenta una población de 7.000 millones de habitantes, dicho crecimiento del consumo resultaría ser de 16,1 millones de toneladas, pero también la producción en ese periodo aumentó en 16,5 millones de toneladas.[4] Por tanto la demanda fue equilibrada con la producción, como también sucedió con los cereales:


2005-2006
2010-2011*
Diferencia
Incremento
Producción (millones toneladas)
2050,3
2216,4
166,1
8,10%
Consumo humano (millones toneladas)
986,5
1056,6
70,1
7,10%
Consumo pienso (millones toneladas)
747,2
764
16,8
2,24%
Consumo otros (millones toneladas)
299,8
433,2
133,4
44,49%
Fuente: Confeccionada con datos FAO.[5] (*) Previsión.

Mientras el incremento del consumo humano y pienso asciende armónicamente con el aumento de la producción, resulta muy pronunciado el de “otros” (sobre todo maíz para la producción de bioetanol). Sólo en USA, durante 2010, se destinó el 35% de maíz al consumo nacional de bioetanol como agrocombustible. El dato es importante porque dicha potencia cosecha el 40 % de la producción mundial,[6] lo que significa que sólo con datos de USA, el 14% del maíz mundial se dedicó a la alimentación de coches.

Con ello, lógicamente, podrían tener problemas los países que dependan de las importaciones estadounidenses de maíz. México por ejemplo, es un caso paradigmático sobre todo tras la firma en 1994 del Tratado de Libre Comercio con USA. Fruto del mismo se desmantelaron los aranceles y se toleró la entrada de maíz estadounidense, que al estar subsidiado era más barato que el nacional lo que desplazó a los campesinos locales y fomentó la dependencia.[7] Pero, con la irrupción y promoción del bioetanol en USA aumentó la demanda en dicho país, aflorando los problemas de abastecimiento y precios en México hasta desembocar, en diciembre de 2006, en la denominada “Crisis de las Tortillas” que sería la antesala de la crisis mundial de precios de 2008. Es así como USA, primero creó la subordinación alimentaria y luego abandonó a México a la suerte de un mercado agrícola abducido por los depósitos de coches.

Este tipo de cultivos pueden influir de esta manera y lo peor es que la amenaza no es exclusiva del bioetanol, sino que se extiende también al otro agrocombustible: el biodiesel. La FAO vaticina en “Perspectivas Alimentarias” que la producción de éste representará al menos la mitad del aumento del consumo de aceite vegetal y “…es probable que los objetivos cada vez más ambiciosos de producción y consumo de biodiesel afecten considerablemente a la disponibilidad y el comercio de los aceites vegetales destinados al consumo humano y a otros usos tradicionales.”[8]

Por lo tanto, podrían tener más problemas los países que dependan de ciertas importaciones concretas, pero en general los tendrán aquellos que con el tiempo han descuidado su autosuficiencia en detrimento de un mercado internacional que no entiende ni de ética ni de inanición. Muchas fueron las naciones que dejaron de lado su soberanía alimentaria para fomentar a bombo y platillo cultivos exóticos y materias primas destinadas al supermercado global. Con palmaditas en la espalda les dijeron que los alimentos los podrían comprar en ese mismo supermercado, que está groseramente oligopolizado por intermediarios, especuladores, transnacionales, etc. Y así nos va.

Para finalizar, no hay duda de que el planeta tiene un reto con el actual crecimiento demográfico y la capacidad futura de proporcionar alimentos y recursos a toda la raza humana. Que se haya resaltado que la crisis actual no es de escasez, no significa que este artículo justifique el despilfarro de recursos agroalimentarios, más bien lo contrario. Se pretende ante todo denunciar la especulación en los mercados de futuros, cuestionar el mercado como centro del universo y debatir el papel de la alimentación como una mercancía globalizada, sujeta a cotizaciones que suben y bajan según ofertas y demandas. En un mundo incapaz de toser al “Dios mercado”, tal vez no quepa otra “lógica”… salvo la lógica aplastante del estómago vacío, de la barriga hinchada y de una ciudadanía cabreada de encajar una crisis tras otra.

* Escritor, autor del libro El parque de las hamacas y responsable de Ecología Social de Belianís. Artículo de la serie “Crisis Agroalimentaria”, ver más aquí.

** Ilustración de "El Roto"