17 ago 2011

El Papa viaja, tú pagas y las juventudes católicas lo celebran

LQSomos. “Clamor Republicano”. Agosto de 2011.

“Si dios no lo remedia” Ratzinger desembarcará con todo su boato en esta sucursal vaticana llamada España, para ser más concreto en su km. 0, desde donde se empeñan en tenernos atados a su viejo yugo para la grandeza de una patria que huele a naftalina y del rancio catolicismo caduco. Y en el clímax de mi perversión atea me ha dado por pensar que pasaría si lo que se celebrara en la Meseta fuera un encuentro de juventudes musulmanas, los chicos con sus barbas incipientes por un lado y las chicas con sus velos por otro, pero todos a mayor gloria de Alá. Sí, porque ellos no tienen un papa, único representante de dios en la tierra con el monopolio de la exclusiva terrenal, una franquicia más que rentable cuya marca acabamos pagando todos.


Por los barrios de Hispania anda muy preocupada la gente con que los ayuntamientos regalen suelo para mezquitas o sufraguen su construcción, nuevas leyendas urbanas que sustituyen a aquella de que los negocios de extranjeros no comunitarios no pagan impuestos. Pero no se preocupan porque su dinero vaya destinado a financiar la iglesia católica, una organización que funciona como la mafia y que se queda con todo el pastel del estado aconfesional para ellos solos. Y no sé el porqué de tanta aversión entre los folklóricos creyentes que apelan a la historia si aquí fuimos moros antes que católicos.

Pero volvamos a la convención de las juventudes de Alá, que seguramente no costarían un euro porque algún jeque o alguna organización pagaría toda la factura, crearía tal revuelo que robaría protagonismo a los mismísimos concursantes de la isla, único tema del verano. Como buena atea me molestaría igual que si fuera una reunión de judíos ultraortodoxos, segregados por sexos, ellos con sus tirabuzones y ellas con sus pelucas y sus pañuelos aunque la seguridad no nos costara un euro porque el Mosad se encargara de velar por ellos. Igual que me molestan todas las expresiones populares religiosas que son elevadas a categoría de cultura de los pueblos del estado español, de fiestas nacionales o locales invadiendo terrenos públicos de manera autoritaria, integrista y fanática, como semanas santas o vírgenes que andan de mano en mano entre llantos e histerias colectivas. Es un espectáculo tan dantesco como terrorífico donde la razón se diluye en la superstición.

Hacer una lectura económica de cuestiones de fe, que en mi ignorancia mística se me escapan totalmente, en tiempos de crisis ya constituye un poderoso argumento. En una etapa donde los crípticos mercados nos hacen bailar contorsionándonos como niña del exorcista, llevando a las bolsas del cielo al infierno sobre montañas rusas de especulación en una sola jornada. Crisis que hace que presidentes y primeros ministros abandonen sus vacaciones ante lunes negros que a nadie les importa, puesto que antes la gente se tiraba por los balcones ante el desplome de la bolsa y ahora se van a la playa o al pantano porque a estas alturas a los que están jodidos por unos y por otros el Ibex 35 se la trae al pairo. Y si no te matas hoy ya morirás mañana cuando del estrés te salga un tumor y no haya sistema de salud público ni que te lo detecte, ni que te lo cure, porque los recortes que aplican a la sanidad no se lo aplican a la Iglesia y seguro que es para que en última instancia, enajenados por el terror a morir, nos lancemos a sus templos buscando el milagro. Mientras tanto no hay lobo bursátil que logre ahuyentar a un cristiano de un centro comercial o de la casa del pariente del pueblo que todavía conserva su empleo y su huerto.

Los pecados de los creyentes en Cristo se perdonan más fácilmente porque dicen que la Unión Europea obedece a su origen cristiano y ya se sabe que entre colegas de fe hay que perdonarse. ¿Qué hubiera pasado si el ángel noruego exterminador se hubiera llamado Mohamed? Seguro que todavía sería tema estrella, pero quien se acuerda ya de aquellos adolescentes que militaban en las filas del anticristo de la izquierda, aunque sea moderada. La extrema derecha, que basa su peligrosísimo discurso discriminatorio y excluyente en cuestiones raciales y religiosas crea sus monstruos y los manda en misiones de tipo suicida a provocar matanzas selectivas cargándose a las juventudes de un partido progresista, y sólo se muestran lágrimas y flores. Pero la diferencia sustancial en como hubiera sido tratada la noticia si hubiera sido un integrista islamista el que hubiera provocado la matanza es que el rubio autóctono ha quedado como un psicópata, que tanto podría haber tenido unas ideas como otras, mientras que Mohamed hubiera sido culpado de querer acabar con Occidente. Y eso entronca con la debilidad de una izquierda que en su querer respetar hasta lo que no se puede respetar, no tiene la capacidad de condenar y atajar tanto el fascismo como su hermano inseparable el integrismo religioso, creando de una vez por todas estados totalmente laicos, postergando las cuestiones de fe a los espacios privados, porque la relación con dios no creo que deba ser exhibicionista. Era triste ver a políticos, realeza y demás miserias anacrónicas que perviven en los estados del siglo XXI celebrando misas de estado por las víctimas. Mientras que no superemos estas servidumbres viviremos en el filo de la navaja del retorno de nuevos sistemas dictatoriales fascistas sin más frontera que la eliminación del disidente.

Como mujer, todas las religiones, todas ellas al servicio del machismo, creadas y gestionadas por un sexo masculino opresor como arma de control sobre el sexo femenino, todas ellas me producen rechazo. Pero cuando aspiran a crecer hasta el infinito conquistando todos los espacios de nuestras vidas, a imponerse como modelo moral único, cuando quieren ser arma de gobierno y directriz sociopolítica no queda más calificativo que el de dictaduras transnacionales tan sumamente peligrosas como los mercados devoradores de estados. Todos tienen el mismo becerro de oro no al que adorar sino al que poseer, el poder absoluto, el control total para vivir como dioses de nuestra explotada existencia.