LQSomos. Ángel Escarpa. Febrero de 2011.
Son más las cosas que nos unen que las que nos separan |
Leídas las distintas reacciones que ha provocado éste, responderé aquí a los que me han contestado.
En primer lugar diré que no formo parte de ninguna formación política, aunque en su día milité en el PCE y simpatice con el PC(ML) y MC., por lo que mis opiniones son personales y no vinculadas a ningún partido. Partido el primero que, independientemente de los años de la Transición para acá, merece el respeto de todo antifascista que se precie de serlo, pues ninguna organización ha sacrificado tantos militantes en la lucha contra el fascismo - dentro y fuera de España- como el partido de Pasionaria, errores aparte…el Partido, que se decía en otros momentos, mientras el PSOE esperaba las bendiciones de alemanes y norteamericanos.
Esa “izquierda” con comillas tuyas, “compañero”, -que no sé muy bien a quién comprenden- que salió a la calle en todo el País para apoyar la reivindicación de los estatutos de autonomía para todos los pueblos que lo reclamaron, para condenar los asesinatos, a manos de la Policía, de nacionalistas, comunistas o independentistas, compartiéramos sus aspiraciones soberanistas o no. Aquí te recomiendo que leas a Max Aub, concretamente Campo de los Almendros, el pasaje aquel de…”Estos que ves…”
Miguel de Unamuno quizás no sea el paradigma ideal, después de romper con la República y donando dinero a la causa de los rebeldes, pero me quedo con aquel insobornable anciano que se echó un pulso con Millán Astray y con todo díos que quiso oírlo aquel día en la Universidad de Salamanca, el Día de la Raza.
Si por “actuar a la desesperada” se entiende tratar de abrir un diálogo entre pueblos que viven de espaldas unos a los otros, he de decir que sí, lo soy. Con José Saramago y varios millones de ciudadanos más, soy de los ilusos que, con carné o sin él, aún creen en un Estado federado y unido al vecino Portugal, que caminen de la mano en ese viejo sueño de una Federación de Pueblos Ibéricos en que soñaban aquellos socialistas del siglo XIX y XX.
Sé que mi padre, aquel antifascista que con otros muchos trajo la República, el Frente Popular, que abandonó su trabajo días antes de que se produjese la rebelión del 18 de julio del 36 para detener lo que ya se temía, con otros tantos que creían en las palabras de Durruti; que tras combatir en los frentes de Madrid, Teruel, Lérida, Sierra Pandols, hasta finalmente, después de pasar por un campo de concentración francés, acabar en el Campo de la Bota; este hombre que tras perder aquella guerra tuvo que purgar sus ideas con una humillante posguerra de casi 40 años, hoy se sentiría un poco más derrotado si viese de nuevo a los obreros del barrio de Sants –por poner un ejemplo- enfrentados a los del Barrio de San Blas, de Madrid.
A mi modesto juicio, los pueblos y culturas que actualmente conformamos el Estado Español estamos condenados a entendernos, por encima de las lenguas y de los nacionalismos de izquierda y de derecha. Los que cayeron en el pasado en los campos de batalla así nos lo demandan, desde las fosas anónimas de donde hoy los rescatamos. Los millones de trabajadores que hemos salido a la calle contra el 23F, y posteriormente al grito unánime de ¡NO A LA GUERRA!, tenemos un compromiso con nosotros mismos, y éste debe ser poner la paz por encima de la voracidad de gentes que, ni conocieron aquella Guernica arrasada por la aviación alemana ni conocieron los horrores de los campos de concentración y las temibles “sacas”, que de esto sabemos mucho aquí en estas tierras.
Quizás no sea muy afortunado el ejemplo de EE.UU., así como el de otros pueblos que encontraron en la federación una solución para sus aspiraciones, pero creo que, si existe alguna fórmula para sacarnos de la actual “charca” en que nos metió el franquismo, -por no remontarnos a don Pelayo- debemos esforzarnos entre todos para encontrar formas de entendimiento que satisfagan a todos.
Hay numerosas razones por las que partirse el alma un obrero contra un sistema deleznable: Que no sea la vieja maldición de los nacionalismos la que vuelva abrir de nuevo las viejas trincheras de antaño. Que no sean los mismos que pusieron sus capitales al servicio del Caudillo para engordar a su costa los que armen a unos obreros contra otros obreros.
¿Tendremos que sacar del armario aquellas hermosas pancartas del ¡NUNCA MAIS!, ahora para tratar de detener un proceso que puede desenterrar de nuevo las “herrumbrosas lanzas” de que habla Miguel Hernández en su poema?
Si la clase trabajadora tiene un desafío ante sí, éste es desterrar el capitalismo, la miseria, la explotación del hombre por el hombre, la plaga de la destrucción del medio ambiente. Los trabajadores del mundo tienen que trabajar sobre la base de qué les une, y no tanto qué les separa. De algo tienen que servir los millares de volúmenes que se han escrito sobre la Iª, la IIª Guerra Mundial, la guerra civil española, la ruptura de aquel proyecto de la antigua Yugoslavia…los millones de muertos en confrontaciones meramente imperialistas.
Tengo que confesar que soy un idealista -mi instrucción no da para más-, pero si una imagen de ese inmenso Museo del Prado me inspira estas letras, es esa pareja de paisanos que, enterrados hasta las corvas, se dan estacazos el uno al otro en medio de un páramo. Y no creo que don Francisco de Goya sea sospechoso de fascista o reaccionario.
No he leído el libro que citas -100 razones para dejar de ser español- pero, como dije, no renuncio, con Miguel Hernández, con Celaya, con todos los que combatieron y combaten actualmente al franquismo, a una identidad que, con sus “agujeros negros”, heredé de otros que me precedieron. Contra los “iluminados”, contra el fascismo, bajo la bandera que sea: tolerancia cero.
Por encima de ésta y todas las constituciones, está la voluntad de los pueblos: la voluntad de diálogo, la voluntad de crecer en la cooperación, progresar en el internacionalismo proletario, que no en regalarle batallas al enemigo.
La vida quizás no sea aquella “apasionante aventura” que se nos prometía desde las pizarras de los colegio del franquismo, o de esto que ahora vivimos, pero, desde luego, debiera ser una excelente lección para todos nosotros, para repetir en una improbable segunda oportunidad.